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Hemos llegado al final de Deuteronomio. ¡Qué recorrido tan loco! Vimos cómo los israelitas pusieron sus tiendas en Moab, Justo en la otra ribera del río Jordán estaba Canaán, la Tierra Prometida. Escuchamos cómo Moisés recordaba al pueblo de dónde había salido (capítulos 1-4). Luego se ocupó de su condición presente (capítulos 5-26), explicando todos los mandamientos que les había dado. Finalmente, Moisés habló de las bendiciones que podrían esperar en la Tierra Prometida si permanecían obedientes a Dios, y las maldiciones que caerían sobre ellos si desobedecían (capítulos 28-30).
A la vez que Moisés preparaba a la nación israelita para que entrara a la Tierra Prometida, Dios preparaba a Moisés para la muerte. El profeta sabía que moriría antes de que el Señor llevara a los israelitas a la Tierra Prometida. ¿La razón? Años antes, Moisés había desobedecido a Dios cuando, en vez de hablarle como se le había dicho, golpeara la roca en Meribá.
«Ya tengo ciento veinte años de edad, y no puedo seguir siendo su líder. Además, el Señor me ha dicho que no voy a cruzar el Jordán» (Deuteronomio 31: 2). Quizá Moisés debió haberse enfadado. ¿Por qué Dios no le perdonó ese momento de ira? ¿Por qué el Señor no dejó lo pasado en el pasado? Además, después de todas la críticas que Moisés había recibido de los israelitas, seguramente tenía derecho de entrar a la Tierra Prometida. Por no mencionar que Moisés podría haber razonado que, al final, toda esa travesía por el desierto para salir de Egipto había sido idea de Dios.
Cualquiera que haya sido su pensamiento, no tenemos registro de que Moisés haya estado molesto por su castigo. En vez de eso, después de pronunciar una bendición para cada tribu, tranquilamente se dio media vuelta y se alejó de los israelitas. Escaló el monte Nebo, donde Dios dijo que iba a morir. Pero antes, Dios le dio una vislumbre del lugar que tanto había luchado por alcanzar. «Este es el territorio que juré a Abraham, Isaac y Jacob que daría a sus descendientes», dijo Dios (Deuteronomio 34: 4). Así el Señor quiso decir adiós a un amigo al que amó profundamente. Luego Moisés cerró sus ojos. Amén.
NO DEJES DE LEER
Deuteronomio 31-34
¿No querías que Dios dijera algo así respecto a ti? Deuteronomio 34: 1-12.