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Cuando Dios concede a las personas dones y talentos especiales, no escatima. Cuando yo era un muchacho, me quedé sentado en abrumado silencio cuando Michael Jordan encestó 55 puntos a los Knicks de Nueva York el 28 de marzo de 1995. Las sobrenaturales habilidades de baloncesto de Jordan lo convirtieron en el primer ícono mundial del deporte en toda la historia. Muchos niños, desde África hasta América, quisieron ser «como Mike».
¿Quién los culparía? Parecía que el tipo lo tenía todo. Millones en el banco, una esposa guapísima, hijos hermosos, una fragancia que llevaba su nombre, automóviles exóticos, una mansión en los suburbios de Chicago, y qué decir de una ciudad entera que lo adoraba a cada movimiento. Lo tenía todo, pero luego lo perdió; bueno, al menos la mayor parte.
Todavía tiene su dinero, así como los autos, las casas y algo de fama. ¿Su esposa? Ya no. Están divorciados porque él fue infiel. Dios dio a Michael Jordan una capacidad física superior. Por esta muchos se acercaron a él, pero como una larga cadena de figuras públicas fracasadas, Jordan careció del carácter necesario para administrar su don.
El rey Salomón también careció de ese carácter necesario, vital, para administrar los dones de la sabiduría y la riqueza que poseyó. La gran sabiduría de Salomón lo convirtió en la celebridad global del entonces mundo conocido. Como leerás hoy, la reina de Sabá fue a acosarlo con preguntas difíciles. La grandeza de Salomón la deslumbró (1 Reyes 10: 6-9).
Pero esa grandeza se corrompió, porque él se relacionó con quien no debía, sobre todo algunas mujeres (1 Reyes 11: 1). Dios sabía que asociarse con las personas incorrectas puede destruir los dones que hemos recibido de él, y además destruye nuestra relación con él. Salomón construyó templos para los dioses de sus muchas esposas, lo que indujo a todo Israel a pecar. Aun los sabihondos pueden arruinarse.
No permitas que una mala amistad o relación te aleje de Dios.
NO DEJES DE LEER
1 Reyes 10-12
¿Qué terrible juicio pronunció Dios sobre Salomón? Lee 1 Reyes 11: 11-13. ¿Percibes un poco de la gracia divina en estos versículos?