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Me causa «buena vibra» el asunto familiar registrado en 1 Crónicas 13 al 15. Me recuerda la época en que los integrantes de mi familia adorábamos juntos.
Todavía me cuesta trabajo entender por qué mi madre y mi padre creían necesario que sus cinco hijos nos levantáramos a las cinco de la mañana para los cultos matutinos. ¿Quién en el mundo está despierto a esa hora? Los perros aún duermen, las ardillas aprovechan los últimos momentitos de sueño precioso, ¡ni los gatos se han levantado!
A veces sentía que nuestros padres nos castigaban por algo malo que habíamos hecho. Ya sea que hubiéramos trasnochado viendo deportes o no, a las cinco de la mañana, sentía que nos llamaban para levantarnos demasiado pronto. Con el tiempo, mis sentimientos se han suavizado. Ahora veo los momentos de adoración con mi familia de manera muy diferente.
Hoy mi familia está dispersa. Mi segundo hermano mayor y yo vivimos en extremos opuestos del Estado que cobra los impuestos más elevados de la nación, Nueva Jersey. El resto de la familia está instalada en Atlanta, Georgia, aunque mi hermano que nació antes que yo vive en la carretera. Es camionero, por lo que no podría decir que vive en algún sitio particular salvo la cabina de su camión.
Aunque nos fastidiaba en aquella época, adorar juntos fue el pegamento que nos mantuvo unidos. Ir juntos a la iglesia era genial. Ver a mi papá compartir la Palabra de Dios era algo que llegué a dar por sentado. Ahora aprecio mucho esos momentos.
Cuando el rey David decidió reactivar la adoración del Dios verdadero en Israel, comenzó por pedir a los líderes de los levitas que dirigieran el servicio. Sin embargo, fíjate que David llamó a los levitas y a sus familias para que ministraran, devolvieran el arca y dirigieran los servicios de adoración. Las familias en Israel adoraban juntas. La adoración a Dios era el fundamento de cada familia hebrea, no solamente de las familias de los sacerdotes.
¿Qué puedes hacer para fortalecer la adoración familiar en tu hogar?
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1 Crónicas 13-15
¿Alguna vez has querido hacer algo para Dios pero olvidaste pedir su guía? A David le pasó, y aprendió una dura lección. Lee 1 Crónicas 15: 11-15.