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HUESOS

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Me dijo: «Hijo de hombre, ¿podrán revivir estos huesos?» (Ezequiel 37: 3).

Hace varios años, un grupo de científicos realizó un experimento para ver qué efecto producía la esperanza en las personas a las que les iba mal. (Fue antes de que hubiera leyes en contra del maltrato a los animales). En dos piletas con agua pusieron dos grupos de ratas de laboratorio, para que nadaran o se ahogaran. Después de una hora, todas las ratas que estaban en una de las piletas se habían ahogado. Las que estaban en la otra pileta, se las sacó del agua y las volvieron a poner. Luego nadaron más de 24 horas. ¿Por qué se salvaron? No fue porque se les haya dado un descanso, sino porque, en sus pequeños cerebros, tenían la esperanza de que las volvieran a rescatar.

Esos animales de alguna manera pensaron que si se mantenían a flote un poco más de tiempo, alguien vendría a rescatarlos de nuevo. Si la esperanza ejerce tanto poder en roedores, cuánto más efecto debería tener sobre nuestras vidas (adaptado de Today in the Word, mayo de 1990).

Después de diez años de cautiverio en Babilonia, los exiliados de Jerusalén tenían muy poca esperanza. Dios, por medio de Jeremías, había ordenado 70 años de exilio para el pueblo de Judá, así que aún faltaba mucho tiempo antes de que pudieran ver nuevamente la libertad. Como el primer grupo de ratas mencionado, muchos dejaron de nadar. (Personalmente no me gustan las ratas, pero aun así estoy en contra de que pongan a los pobres animalitos a nadar hasta que alguien se apiade de ellos o se mueran.)

Dios quería que Ezequiel diera un poco de esperanza a su pueblo, por eso lo mandó a un valle lleno de huesos secos y desintegrados. Luego, Dios preguntó a su humilde servidor:

-¿Crees que estos huesos puedan regresar a la vida?

-Solamente tú lo sabes -contestó Ezequiel.

«Profetiza sobre estos huesos, y diles: “¡Huesos secos, escuchen la palabra del Señor!”» (Ezequiel 37: 4). Mientras Ezequiel hablaba a los huesos, estos se movían y se unían entre sí. De los huesos se formó la carne y llegaron a ser un poderoso ejército. ¿Por qué Dios montó tal espectáculo ante Ezequiel? Te lo contesto en una palabra: ¡Esperanza! El pueblo de Jerusalén necesitaba saber que un día Dios lo restauraría nuevamente a la vida.

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Ezequiel 37-40

¿Qué más hizo Dios para enviar un mensaje de esperanza y sanidad a su pueblo? Ezequiel 37: 15-19.

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