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¿Alguna vez escuchaste la historia del hombre que llegó al consultorio de su médico con un desconocido, doloroso y masivo sarpullido? Bueno, tal vez no, pero el doctor George Hawkins cuenta esta historia real.
Un hombre que vivía en una zona rural fue a consultarlo porque se sentía mal. Tenía un severo sarpullido en su cuerpo. El doctor llegó al siguiente diagnóstico:
-Tiene que deshacerse de su perro, porque el sarpullido es una reacción alérgica al animal.
Mientras el hombre se levantaba de la silla, el médico, por mera curiosidad, le preguntó si pensaba vender el perro o lo iba a regalar. Entonces el paciente sacudió su cabeza, dando a entender que no haría alguna de las dos cosas, y luego dijo:
-Voy a pedir una segunda opinión, porque es más fácil encontrar otro médico que un buen perro.
A algunas personas no les gusta escuchar la verdad. El hombre de nuestra historia pensó que si cambiaba de médico cambiaría el diagnóstico. Muchas veces, Dios dice algo en la Biblia y nosotros buscamos una segunda opinión.
Cuando Israel y Judá no quisieron escuchar el diagnóstico de Dios y su receta para limpiar sus pecados, prefirieron buscar una segunda opinión. Cuando Jeroboán II, el malvado rey de Israel, contrató a un profeta falso llamado Amasías para que le dijera tanto a él cómo al pueblo lo que querían escuchar, Amós lo enfrentó cara a cara.
«Jeroboán morirá a espada, e Israel será llevado cautivo lejos de su tierra», dijo el valiente profeta de Dios antes de que el rey y todos los que ahí estaban empezaran a adorar en el santuario del palacio (Amós 7: 11). Amasías estaba furioso porque Amós desenmascaraba sus mentiras.
«Entonces Amasías le dijo a Amós: “¡Largo de aquí, vidente! ¡Si quieres ganarte el pan profetizando, vete a la tierra de Judá!"» (vers. 12). Dios debió escuchar a Amasías, porque le encomendó a Amós que llevara un mensaje terrible a Israel. Ya que no querían escuchar sus mensajes, decidió dejar de hablar. Cuando dejamos de escuchar a Dios, quizás él decide ya no hablarnos, y eso, te digo, no es bueno.
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Amós 7-9
Amós no dejó al pueblo de Israel sin esperanza. Lee Amós 9: 11-15.