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Kenny era un hábil buscavidas. No de esos que ves en las esquinas de las grandes ciudades. No, era un buscavidas en las canchas de basquetbol. Una gran estatura, gran habilidad para saltar y un motor imparable (su corazón), hacían de él un jugador duro de enfrentar ante la canasta. Kenny tenía talento.
Era muy bueno en las canchas de basquetbol, pero brillaba aún más fuera de ellas. Nos conocimos durante mi primer año en la Universidad de Oakwood. Era un muchacho tranquilo y agradable de Atlanta, que hacía amigos fácilmente y conocía a todo el mundo. Estaba siempre sonriente, animado y era bondadoso. Pero sobre todo, ¡amaba a Dios!
En las noches, cuando los chicos volvíamos al dormitorio, algún torneo de ping-pong nos sacaba de nuestro desorden. Kenny y su compañero de cuarto, Brian, eran de los que más presumían.
-Oye, te voy a dar una paliza, chico -Kenny le contestaba a algún jugador que lo superaba en el ping-pong. No importaba mucho si Kenny ganaba o perdía, lo importante para él era que todos nos divirtiéramos. Que nuestra «hermandad» se fortaleciera.
Después de la graduación tomamos caminos separados y nos perdimos la pista. Nos veíamos de vez en cuando durante las reuniones de exalumnos de Oakwood, o cada vez que yo tenía la oportunidad de visitar Atlanta. Cada vez que nos veíamos disfrutábamos como en los viejos tiempos. Kenny se había casado con su novia de la universidad y tenía dos hermosas hijas.
Un día recibí una llamada telefónica de uno de mis hermanos que vive en Atlanta, y casi me desmayo por la noticia. Kenny, ese muchacho que tenía suficiente energía como para iluminar una ciudad, había muerto. Durante varios días sufrí para aceptar su muerte. ¿Por qué Dios había permitido que su vida terminara justo en la flor de su juventud? ¡Todavía no lo sé!
Cristo supo lo que significa perder a un amigo. Cuando Herodes decapitó a Juan el Bautista, el Maestro dejó todo, se subió a un bote y navegó hacia un lugar donde pudiera llorar en privado por su amigo; y eso que era Dios. Nada puede prepararte para la pérdida de alguien que amas, pero es bueno saber que Jesús entiende lo que sientes.
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