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Los animales y los seres humanos

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Dios dijo: «Que produzca la tierra toda clase de animales [...]. Ahora hagamos al hombre a nuestra imagen», Génesis 1: 24-26.

Cinco días enteros de la creación habían pasado. Dios estaba muy contento. Debió ser tan agradable ver a todas las criaturas sobre la faz de la tierra. Ahora, Dios estaba listo para comenzar con el sexto día. Él era el único lo suficientemente sabio como para saber qué crear a continuación. De acuerdo a su plan maestro, creó a los animales terrestres. Habló, y aparecieron los enormes elefantes, rinocerontes e hipopótamos. Luego los leones, los tigres, las jirafas, los venados, los antílopes, las cebras, los caballos, las reses, los babuinos, los primates, los canguros y muchos otros animales obedecieron la voz del Creador.

Dios quería más criaturas, así que los anfibios (como ranas, sapos y salamandras), los reptiles (lagartos, cocodrilos, lagartijas, serpientes y tortugas) y muchos otros, comenzaron a correr y saltar y nadar. Los insectos (como libélulas, catarinas y saltamontes) y miles de otras pequeñas criaturas se arrastraron al sonar la voz del Señor. Cuando contempló la tierra, estaba repleta de criaturas móviles y voladoras. Pero faltaba un elemento. El plan maestro estaba a punto de culminar.

Dios guardó lo mejor para el final. Formó a un humano del polvo de la tierra y sopló en su nariz para darle vida. Luego, Dios vio que no era bueno que el hombre estuviera solo; entonces, hizo que Adán se durmiera. Le abrió un costado, sacó una costilla y dejó el cuerpo de Adán como nuevo. Acto seguido, formó a una mujer a partir de la costilla. Adán la llamó Eva. Después, Dios ofició el primer matrimonio.

La creación estaba completa. La tierra estaba llena. Los nuevos amigos de Dios en el jardín del Edén ahora se encargarían de cuidarla.

Al contemplar Dios todo lo que había hecho, vio que era muy bueno. Había dado a Adán el privilegio de dar nombre a todas las criaturas. Luego lo hizo, junto con Eva, responsable de cuidar la tierra. Eso demuestra que Dios es amoroso y confiado. Agradécele hoy porque te ha confiado su mundo, y pídele que confíe en ti cuando hables de él a los demás.

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