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Las plantas y los animales se adaptan a las presiones en un proceso llamado coevolución. Un biólogo que recorría un camino en Veracruz, México, vio cómo un escarabajo aterrizaba en un arbusto. En ese mismo instante, un montón de hormigas lo obligó a retirarse. El biólogo descubrió que el arbusto era una acacia y las hormigas habían protegido su territorio, pues se alimentaban del néctar de la acacia.
Al parecer, las hormigas también protegen a las acacias. Hacen agujeros en las espinas de la acacia y las dejan huecas. Entonces se quedan a vivir ahí. La hormiga reina controla su colonia desde las espinas huecas. Este proceso no le duele a la acacia, y las hormigas alejan a otros insectos y criaturas comedoras de plantas. Defienden a la acacia y así, la planta puede sobrevivir. Las hormigas y la acacia se benefician mutuamente.
En México, el biólogo retiró a una colonia de hormigas de unas acacias. Descubrió que a las hormigas no les gustaban otras plantas, así que dejaron de comer y murieron. Únicamente les gustaba el viscoso néctar que cosechaban de las puntas de las hojas de acacia. Además, las acacias murieron también, destruidas por varios insectos y otros animales.
Tú y yo necesitamos a Jesús, y él nos necesita. Cuando afrontamos las tormentas de la vida, podemos acudir a él para que nos consuele y proteja. Por su parte, él necesita que lo ayudemos a esparcir su amor a las demás personas, para que conozcan su protección omnipresente. Nos necesitamos y mientras tengamos esa relación cercana con Jesús, tendremos vida y seguridad.
Cuando tus amigos(as) quieran hacer algo que tú sabes que está mal, ora en silencio y Jesús te dará el valor para decir «No». Si pides a Jesús hoy que te ayude a estar cerca de él, ¡te responderá!