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Cuando mi esposa Millie y yo nos mudamos a Brasil, mi suegro me dijo que encontraría mucha comida deliciosa en el país. Dijo que quizás no me agradaría al principio, pero Dios puso comida en todas las partes del mundo. Algunos alimentos serían diferentes a lo que acostumbraba pero aprendería a disfrutarlos.
Nos ofrecieron mangos cuando llegamos a Brasil. A Millie ya le encantaban, pero yo no los había probado. Me gustaron al instante. Sin embargo, cuando me ofrecieron papaya, no estuve tan seguro. Claro que hoy podría comer papaya todos los días. En Brasil también había guanábana, maracuyá, yaca, acerola, aguaje, y más. No olvidemos a la yuca o mandioca, los plátanos, las graviolas, y otras raíces y verduras. Tuve que aprender a disfrutar esos alimentos, o tal vez hubiera padecido hambre (aunque casi siempre tuvimos disponibles frijoles y arroz).
En otros lugares del mundo encontramos raíz de taro, cocos, brotes de bambú, castañas de agua, chícharos, camotes y tantas cosas ricas para comer. Sí, Dios ha puesto comida deliciosa en cada región, que crezca bien con el clima. No mencioné las frutas que encontramos en Sudamérica pero podemos conseguir en Norteamérica: uvas, naranjas, limones, limas, etcétera.
Las personas nativas de cada país saben cómo preparar sus comidas. A veces mezclan los ingredientes. En otras, los comen crudos. Creo que la razón por la que mucha gente de diversos países es tan sana y vive tanto tiempo, es que comen alimentos buenos, frescos y sabrosos preparados con simpleza.
Dios quiere llenar nuestras vidas con comida y alegría, y solamente puede lograrlo si lo permitimos. Dios llenará tu vida de salud y satisfacción si se lo pides y sigues su sencilla dieta. Haz la prueba. Te gustará y te sentirás bien.