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Cuando ves su largo, delgado y rudo cuerpo, con esa larga cola, tremendo hocico, cuatro patas cortas y boca llena de dientes, o ¿cómo lo llamas? Algunos lo llaman caimán. Otros, cocodrilo. No son iguales pero con frecuencia la gente los confunde. Una de las maneras más sencillas de diferenciarlos es por sus dientes. En la mandíbula inferior del cocodrilo, el cuarto diente desde el frente, a cada costado, encaja en un espacio de la mandíbula superior. Cuando cierran la boca, esos dos dientes sobresalen más que los otros. Además, el hocico del cocodrilo suele ser más largo, más puntiagudo y estrecho que el del caimán.
Los cocodrilos pueden medir entre cuatro y cinco metros de longitud. El récord del más largo fue de ocho metros y medio en Australia, seguido del cocodrilo del Nilo, con seis metros. Casi una docena de especies vive en Asia, África, Australia, Madagascar, Norte y Sudamérica. Les gusta el agua poco profunda, los ríos, pantanos y las ciénagas. Con sus colas largas, poderosas y flexibles, son excelentes nadadores. Al flotar por la superficie del agua, sus ojos, en la parte superior de sus cabezas, miran por sobre el agua.
Tuve la oportunidad de recorrer el río Ucayali en la selva de Perú, y ver cocodrilos enormes arrastrarse de los bancos de arena al agua justo debajo de nuestra canoa. Puedo decirte que es una sensación muy incómoda, preguntarte adónde se fue el cocodrilo y qué hará. Vimos muchos pero no parecía que quisieran comer misioneros. Trataban de alejarse, pues nos tenían tanto temor como nosotros a ellos.
Para la mayoría de la gente, los cocodrilos y los caimanes son iguales, pero un experto los puede distinguir. Jesús sabe quiénes somos, también, y nos conoce por nombre. Agradece porque tienes un Dios que es dueño del mundo pero sabe cómo te llamas. Dale gracias hoy por su expreso amor.