Flicka

Cuando la vi por primera vez, era un bulto de pelo negro y pardo de seis semanas. ¡La más linda cachorra de pastor alemán! Habíamos querido tener un perro y mi esposa, Millie, tuvo la oportunidad de conseguirla. La llamamos Flicka.

Pusimos una cerca en el jardín para que no pudiera salir y luego comenzamos a entrenarla. Era una perrita de familia, y al crecer se volvió una verdadera amiga de nuestros hijos. Un día decidimos que debía recibir clases de obediencia. Millie la llevaba a sus clases, y al volver me contaba lo que ella y Flicka habían aprendido. Yo trabajaba con Flicka, entrenándola para que hiciera lo mismo que un perro aprende en clases de obediencia. Era muy lista y aprendía rápido. Me alegró su progreso.

Luego llegó la noche de su examen final. Yo iba a llevarla durante los procedimientos de entrenamiento. Llegamos al parque, entramos a la cancha de tenis cerrada, y con los demás perros y sus dueños, comenzamos el ejercicio de graduación. A Flicka le iba de lo mejor. Cuando los otros perros corrían por ahí, ella se quedaba quieta y obediente. Todo iba bien, y estábamos orgullosos, pues hacía todo a la perfección. Luego la entrenadora nos dijo que ordenáramos a nuestros perros quedarse «quietos» mientras los dejábamos solos. Flicka se quedó quieta mientras la instructora examinó a cada perro. Cuando llegó a Flicka, algo pareció asustarla, y salió corriendo. Qué bueno que la cancha era cerrada, o habría llegado a quién sabe dónde. Me decepcionó y reprobó su examen final.

A mucha gente la traicionarán sus padres, amigos y otros parientes porque se ha vuelto cristiana. Jesús dice que en esos momentos debemos permanecerle fieles. Nunca nos fallará o decepcionará, y los que seamos fieles recibiremos la corona de la vida. Pide a Jesús hoy que te ayude a ser su amigo(a) fiel y obediente, porque él permanecerá fiel a ti. ¡Cumplirá sus promesas!