Regresar

Visión

Play/Pause Stop
Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima. Apocalipsis 21:10, 11.

En la década de 1840, Elena Harmon, una señorita de diecisiete años de Vedad, tuvo una visión del cielo, y la relató así:

“He visto el tierno amor de Dios por su pueblo, y es muy grande. Vi ángeles que extendían sus alas sobre los santos. Cada santo tenía su ángel custodio. Si los santos lloraban desalentados o estaban en peligro, los ángeles que sin cesar los asistían, volaban con presteza a llevar la noticia, y los ángeles de la ciudad cesaban de cantar. Entonces Jesús comisionaba a otro ángel para que bajase a alentarlos, vigilarlos y procurar que no se apartaran del sendero estrecho; pero si los santos desdeñaban el vigilante cuidado de aquellos ángeles, rechazaban su consuelo y seguían extraviados, los ángeles se entristecían y lloraban. Llevaban allá arriba la noticia, y todos los ángeles de la ciudad se echaban a llorar y en alta voz decían: 'Amén'. Pero si los santos fijaban los ojos en el premio que los aguardaba y glorificaban a Dios en alabanza, entonces los ángeles llevaban a la ciudad la grata nueva, y los ángeles de la ciudad tañían sus áureas arpas, y cantaban en alta voz: “¡Aleluya!', y por las bóvedas celestes repercutían sus hermosos cánticos.

“En la santa ciudad hay perfecto orden y armonía. Todos los ángeles comisionados para visitar la tierra llevan una tarjeta de oro que, al salir o entrar en la ciudad, presentan a los ángeles de la puerta...".

Cuando salió de la visión, Elena la escribió. Entonces declaró: "El cielo es un lugar agradable. Yo anhelo estar allí y contemplar a mi hermoso Jesús que por mí dio la vida, y ser transmutada a su gloriosa imagen. ¡Oh! ¡quién me diera palabras para expresar la gloria del brillante mundo venidero! Estoy sedienta de las vivas corrientes que alegran la ciudad de nuestro Dios" —PE 39.

Yo también quiero estar en el cielo. Estoy cansado de pecar, de contaminar el oxígeno de la gente buena. Quiero vivir con Jesús y conocer al Padre y al Espíritu Santo. Te invito a buscar a Jesús ahora mismo y a pedirle que cada día te conceda una visión del cielo.

 

Matutina para Android