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Maala, Noa, Hogla, Milca y Tirsa no bajaron el rostro anegadas en lágrimas. Antes de cruzar la frontera de Canaán cruzaron la frontera del prejuicio y de la costumbre, pues una mujer no podía hablar en público. Acudieron ante Moisés y el sacerdote Eleazar, delante de los príncipes y de toda la congregación, a la puerta del tabernáculo de reunión, y dijeron: “Nuestro padre murió en el desierto. Él no estuvo en la compañía de los que se juntaron contra Jehová... y no tuvo hijos. ¿Por qué será borrado el nombre de nuestro padre de su familia? ¿Por no haber tenido hijos? Danos alguna heredad entre los hermanos de nuestro padre” (Núm. 27:3, 4, RV95).
Allí, ante el lugar más sagrado sobre la tierra y ante las autoridades supremas, ellas exigieron justicia. No se rebelaron, solo pidieron una parcela, para que el nombre de su padre no se perdiera.
Los ancianos quedaron estupefactos. La idea era insólita: la igualdad de género, por lo menos en ese asunto. No había respuesta para tal petición. Los patriarcas se miraban unos a otros, haciéndose señas con las cejas. Y los curiosos comenzaron a cuchichear. Entonces Moisés se apartó del grupo y habló con el Legislador: “Y Jehová respondió a Moisés: Bien dicen las hijas de Zelofehad. Les darás la posesión de una heredad entre los hermanos de su padre, y traspasarás la heredad de su padre a ellas” (vers. 5, RV95).
Aquellas que habían sufrido el polvo en los ojos y habían estado expuestas a las espadas enemigas y a las serpientes ardientes, aquellas que enjugaron el sudor de su padre y curaron sus heridas en combate contra los adversarios de Jehová, debían recibir lo justo. Esas perdedoras por causa de su género sentaron un precedente que cambió para siempre la ley de la herencia en Israel. Desde entonces, no solo las mujeres, también los parientes cercanos, podían heredar de alguien que no tuviera descendientes.
Y tú, querida lectora, ¿te estás conduciendo como una hija de Zelofejad? ¿Eres piadosa y valiente, virtuosa e inteligente? Alza tu voz contra la injusticia, segura de que el Justo te respalda.