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Pruebas

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Con la tristeza del rostro se enmendará el corazón. Eclesiastés 7:3.

Si estás pasando por una crisis o eres víctima de injusticia, si estás en prisión o te deportaron y tu familia fue dividida, sufre aferrado de Dios. Si estás enfermo y no hallan el remedio a tus males, si te abandonó tu pareja, aférrate de Dios. El sufrimiento es malo, pero suele dar buenos frutos si se sufre con fe.

Cristo sufre con el cristiano y lo acompaña por el valle de sombra de muerte, y al final le concede un beneficio: la paciencia. Una forma de ilustrar esta idea es mediante el entrenamiento de algunas aves canoras.

Para enseñar a un ave a cantar se requiere oscuridad. En plena luz del día, y al oír la música de otras voces, el pájaro enjaulado no cantará lo que su amo procure enseñarle. Aprende un poquito de esto, un trino de aquello, pero nunca una melodía entera y definida.

Pero si el amo cubre la jaula y la pone donde el pájaro no oiga más que el canto que ha de aprender, entonces, en la oscuridad lo ensaya y vuelve a ensayar hasta que lo sabe, y prorrumpe en perfecta melodía. Después el cantor es sacado de la oscuridad, y en lo sucesivo entonará aquel mismo canto en plena luz.

Así nos trata Dios. Tiene un canto que enseñarnos, pero la frivolidad y la trivialidad que infectan este mundo nos impiden aprenderlo. Solo cuando lo hayamos aprendido entre las sombras de la aflicción podremos cantarlo perpetuamente.

¡No nos apartemos de Dios cuando suframos! El sufrimiento suele ser educativo. Bajo la dificultad nos olvidamos de las frivolidades. En el fuego del sufrimiento tomamos conciencia de la brevedad de la vida, de su fragilidad, y de la importancia de los amigos, pues la adversidad los repele. En la dura prueba se pulen los diamantes genuinos. Por eso no te quejes si te va mal. Puede ser que Dios esté intentando pulirte

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