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Paciencia

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Aquí está la paciencia de los santos. Apocalipsis 14:12.

Todos los santos y mártires tienen algo en común: la paciencia. Como Marie Durand.

Marie Durand (1711 1776) fue una de las reclusas protestantes más célebres de las que estuvieron encerradas en la torre de Constanza, en la localidad francesa de Aigues Mortes. Marie era originaria de Ardèche, y fue detenida siendo aún muy joven para presionar a su hermano, pastor protestante, a fin de que se entregara a las autoridades.

Marie estuvo encerrada durante 38 años, y no fue liberada hasta 1768. Se dice que ella escribió la palabra “resistir”, en el brocal del ojo del buey de la sala alta, en la torre de Constanza.

Los hugonotes estaban siendo perseguidos por causa de su fe protestante. El Edicto de Nantes promulgado por Enrique IV de Francia en 1598 reconocía la religión protestante en Francia, pero fue revocado en 1685 por Luis XIV. Llegó el tiempo de una durísima represión del protestantismo acentuada en Languedoc y en las Cevenas a principios del siglo XVIII por la guerra de los Camisardos.

Desde 1686, al igual que otras torres de la ciudad, la torre de Constanza se convirtió en prisión para los hugonotes que rehusaban convertirse al catolicismo. En 1703, Abraham Mazel, jefe camisardo, arrancó una piedra de una saetera y se escapó con dieciséis de sus compañeros.

A partir de 1715, la torre se convirtió en prisión para mujeres. Estas mujeres del pueblo fueron encerradas por haber asistido a una asamblea religiosa o por haber sido identificadas como hugonotas. Sus condiciones de vida eran muy difíciles, y varias abjuraron; otras fueron liberadas por escasas medidas de clemencia. Pero Marie Durand manifestó su paciencia; grabó la inscripción resister (resistid]* en la oscura y húmeda torre donde permaneció leal a Cristo.

¡Qué ejemplo de firmeza moral y lealtad a Dios! En el tiempo final necesitaremos una paciencia como la de Marie Durand, pues la Biblia dice: “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apoc. 14:12). ¡Que Dios nos conceda una fe como la suya!

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