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José es un retoño fértil, fértil retoño junto al agua, cuyas ramas trepan por el muro. Génesis 49:22 (NVI).

Zafnat-panea se apresuró a subir a su carro. Tras décadas de separación, su familia se aproximaba a Egipto. Las lágrimas y las noches en vela suspirando por su padre Jacob y su hermano Benjamín estaban por quedar atrás.

Aún recordaba cuando su nombre era José, y comentó con su familia unos recurrentes y enigmáticos sueños. En un sueño se veía cosechando el trigo con sus hermanos, y los manojos de ellos se doblaban ante el suyo. Sus hermanos discernieron el mensaje y replicaron: "¿Crees que vas a reinar sobre nosotros” (Gén. 37:8, NVI)? Alodio que sentían por José, quien informaba a su padre de su mala conducta, se añadió la envidia. En el otro sueño, José vio que el sol y la luna y once estrellas se inclinaban ante él (vers. 9). Aunque José era el consentido de Jacob, por haberlo engendrado con Raquel, su esposa favorita, al anciano le molestó esa revelación: “¿Qué quieres decirnos con este sueño que has tenido? —le preguntó—. ¿Acaso tu madre, tus hermanos y yo vendremos a hacerte reverencias?" (vers. 10, NVI).

Cierta vez, Jacob le obsequió a José un costoso vestido de colores. Fue un grave error. Los hijos de Lea, Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar y Zabulón no recibían tantas atenciones. Y los de las concubinas Bilha y Zilpa, Dan, Neftalí, Gad y Aser, menos. Ellos albergaban sentimientos criminales contra su hermano. Sobre todo, Simeón, el hijo de Lea, deseaba matarlo. Solo Benjamín amaba a José.

Ser el hijo consentido puede ser muy arriesgado; pero José también parecía ser el “consentido” de Dios. Sus hermanos debieron darse cuenta de que si Dios tenía para su hermano un glorioso porvenir, era necesario buscar a ese Dios que sabe premiar a sus fieles, pero fueron cegados por la envidia.

Si tu hermano o tu hermana juega el papel de consentido, no lo odies. Los consentidos suelen ser muy vulnerables. Sus padres los debilitan, sus hermanos los odian, la sociedad los repudia, y ellos tienden a la cobardía ante la dificultad. Eso sí, procura ser un “consentido” de Dios.

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