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Firmeza

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El que piensa estar firme, mire que no caiga. 1 Corintios 10:12.

Un día David, el gran rey de Israel, cayó de manera vergonzosa. Este es el relato:

Es primavera en Jerusalén. David está enfadado. Sus hombres pelean contra los amonitas y él no puede ayudar. Luego de vencer a los sirios, ha vuelto a casa. Con un bostezo, se levanta de la siesta y sube a la terraza, Jerusalén ante sus plantas.

David sigue el flujo de la vida en la ciudad de Dios: los mercaderes que pregonan por las calles, los soldados que patrullan todo, los cenizos olivares que ondulan en las colinas hasta llegar a Betania. De pronto, todo ese cuadro cautivante pierde interés. David ha visto algo más atractivo. Su vecina Betsabé se está bañando, y no tiene defecto. Tampoco el carácter de su marido Urías, quien pelea por David contra los amonitas.

La carne llama y el espíritu calla. Lo santo y lo perverso del trovador de salmos lidian en breve lucha, y el hombre muerde la carnada del mal. Entretanto, Urías expone la vida por ellos.

Pero las cosas se complican porque Betsabé queda encinta.

David hace venir a Urías y lo manda a su casa. En menos de un año, el soldado arrullará a un querubín rubio como su rey. Pero Urías duerme a las puertas del palacio. No se atreve a gozar de su mujer mientras sus compañeros de armas arriesgan la vida en el campo y el arca de Dios reposa en una tienda.

Cuando David se entera de que Urías no ha tocado a Betsabé, lo llama a su presencia y le ofrece sus manjares y su vino. Luego de embriagarlo le susurra al oído: "Vé hoy con Betsabé y hazla feliz”. Pero Urías se aferra al código de honor. Ningún soldado en campaña debe volver a casa por placer. Al otro día, David se entera de que Urías no ha obedecido, y decide eliminarlo. Garabatea un mensaje para el capitán Joab, su sobrino, y lo manda con Urías, quien se apresura a servir a su rey.

El mensaje dice: “Poned a Urías al frente, en lo más recio de la batalla, y retiraos de él, para que sea herido y muera” (2 Sam. 11:15).

Por una mujer ajena David descendió al abismo de la infamia. La virilidad es don de Dios, la moral también. Sé hombre y sé virtuoso.

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