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MAALA Y SUS HERMANAS
Primero defendí la valentía de Maala para exigir lo que le pertenecía. Ahora analizaré uno de los motivos que tuvo para conducirse de esa manera. La costumbre o la ley de la herencia en el pueblo de Israel dictaba que solo los hijos varones podían heredar. Israel estaba a punto de entrar en la tierra prometida, donde cada tribu y sus representantes recibirían tierra por heredad. La promesa que Dios le había hecho al pueblo cuando lo sacó de Egipto estaba por cumplirse. ¿Imaginas la alegría del pueblo? Pero Maala no podía participar de esa alegre expectativa ya que, según la ley, ella no podría heredar debido a que era mujer.
Maala decidió defender la memoria de su padre. Sin perder tiempo, junto con sus hermanas planificó su petición y su defensa de sus derechos naturales. Pienso que la Biblia me apoya en esta interpretación de los hechos, porque el versículo 3 del mismo capítulo 27 de Números indica que ellas dejaron en claro que su padre no había tenido parte en la rebelión de Coré ni en otras revueltas; es decir, su padre había sido un hombre piadoso y justo, merecedor de que su nombre permaneciera en la genealogía de Manasés.
Ni Maala ni sus hermanas se amilanaron al presentarse ante la justicia humana. Moisés llevó el asunto a la Corte Suprema, es decir, ¡directamente a Dios! El Dios justo y amoroso reconoció la validez de la petición, y ordenó que Maala y sus hermanas recibieran la heredad que le hubiese correspondido a su padre. Así, el nombre de su padre permaneció entre las familias de la tribu de Manasés. La honra y el respeto por los lazos familiares lograron revertir la ley.
En el aspecto espiritual, Jesús también defendió nuestro derecho y nos dio la posición de hijas que heredarán la vida y un lugar en la tierra prometida, al igual que Maala. -LF