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JULIA
Pablo tenía otro consejo para Julia: debía cuidarse y apartarse de los que causaban divisiones y problemas entre los creyentes. A la par que se dedicaba a las buenas obras, Julia también debía estar atenta para no unirse con quienes querían echar por tierra los esfuerzos de la iglesia.
Esto no es fácil. Desde el principio, ha sido el propósito de Satanás distorsionar todo lo que proviene de Dios o destruir lo que desea restaurar. Ahora Julia entraba como soldado en esta guerra, defendiendo y promoviendo la causa divina. Mientras cumplía su ministerio, era necesario que Julia fomentara la unidad y el amor entre los hermanos. Eso fortalecería las filas de la iglesia.
El servicio al público es una de las labores más extenuantes y complicadas. Hay que saber lidiar con diferencias culturales, grados de educación, personalidades, estilos de vida, en fin, con un sinnúmero de cosas que exigen paciencia y dominio propio. Eso era lo que se esperaba de Julia. Los nuevos conversos llegarían a ella con problemas y desafíos para los que no tendría una respuesta inmediata, pero para los que Jesús ya había provisto solución. Julia haría bien en concentrarse en asistir a los que estaban dispuestos a recibir el amor de Dios en sus corazones y no prestar atención a los que quisieran causar disturbios, contiendas y confusión. No era fácil, pero era lo correcto
El consejo sigue siendo válido en el siglo XXI. Aun las grandes empresas saben que es un porcentaje pequeño de socios y obreros el que crea la mayor cantidad de problemas y provoca retrasos y pérdidas a la compañía. Tal como el apóstol le aconsejó a Julia, en cualquier responsabilidad que tengamos debemos colocar nuestros esfuerzos, y apoyar a las personas dispuestas a mantener una actitud positiva y una disposición alegre. El servicio en beneficio de los demás debe ser motivo de gozo y sana satisfacción; debe alegrar a quien lo practica y a quien enseña a los demás a hacer lo mismo. -LF