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Mujer valiente

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Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia (perseverancia); y la paciencia, carácter probado; y el carácter probado, esperanza. Romanos 5:3, 4 (NBLH).

SUSANNA WESLEY

Cuántas veces sentimos que nuestra vida es un Calvario, que está llena de problemas y sufrimientos. Al menos yo lo he pensado cuando he sido golpeada por la adversidad. Pero hoy tenemos palabras de paciencia y esperanza a causa de las pruebas.

Al comparar mi vida con la de Susanna Wesley, admito que la mía no ha sido tan difícil. Susanna fue la menor de 25 hijos de la segunda esposa del doctor Samuel Annesley. Nació el 20 de enero de 1669 y se casó a los 19 años de edad con el pastor Samuel Wesley, con quien tuvo 19 hijos, de los que sobrevivieron diez. Me identifico con Susanna de muchas maneras, pues fue hija de pastor, esposa de pastor y madre de pastor.

Los esposos Wesley eran muy opuestos en muchas cosas: el manejo de las finanzas, las ideas políticas y la fidelidad a las enseñanzas bíblicas. Samuel la abandonó solo porque ella no dijo “amén” cuando él oró por el rey rival al que ella creía que debía ser el monarca de Inglaterra. Por supuesto, su marido no se llevó a los hijos, y Susanna quedó a cargo de todo: ordeñar las vacas, cultivar la tierra, atender sola los quehaceres del hogar, educar a sus hijos en casa, enseñarles el amor a Dios, y nunca descuidar su vida de oración para la que apartaba dos horas diarias. Como parte de su enseñanza, les dio clases a sus hijos de griego y latín.

Susanna perdió su casa dos veces a causa de incendios; en el segundo incendio, su hijo John estuvo a punto de morir. Otro de sus hijitos murió aplastado por la enfermera que la atendió en uno de sus partos. Nunca tuvo suficiente dinero para lo básico.

Susanna Wesley tuvo una vida de luchas y pruebas, pero nunca abandonó su fe en Dios ni renunció a sus principios, los que transmitió a sus hijos y ejemplificó en la vida diaria.

Cuando sobrevenga el desánimo, acordémonos de Susanna Wesley, y pidámosle a Dios que nos conceda la paciencia y la perseverancia necesarias para pulir nuestro carácter y persistir en nuestra fe. —AC

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