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La gran madre

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Y Dios fue propicio a la tierra después de esto. 2 Samuel 21:14.

RIZPA

Rizpa luchó con varas, ramas y piedras para ahuyentar las aves de rapiña durante el día, y con hogueras y antorchas para no permitir que las alimañas y bestias salvajes se acercaran a los cuerpos durante la noche. Imagínate a Rizpa sobre la colina, en la oscuridad, corriendo de un lado a otro con la tea llameante para defender los cuerpos de sus amados. Esa escena conmovedora tuvo muchos testigos. Las noticias llegaron hasta la misma corte, y el rey se apiadó finalmente de ella y honró a los muertos, dándoles una sepultura digna.

El amor sacrificado de Rizpa fue un rayo de luz que brilló en medio de las tinieblas de aquel pueblo hambriento a causa de la sequía, en medio de un pueblo necesitado de Dios. El ejemplo de esta mujer traspasó el espacio y el tiempo, y llega a nuestros días con el mensaje de que una mujer, más allá de la mirada sexual del hombre que la cosifica, guarda un incontenible poder que descansa en su amor maternal.

Desde que Rizpa se instaló en la colina de la venganza y la muerte, todo cambió: nadie más habló de los gabaonitas sino de esa madre sufriente, cuyo incontenible amor abnegado impidió que los depredadores destruyeran los cuerpos de sus hijos amados, lo único que tenía en esta tierra.

Dolorida y enferma por haber estado a la intemperie durante cinco meses, de día y de noche, quizá ayudada por alguna persona que se compadeció de ella, Rizpa prevaleció en su propósito.

Rizpa fue dos veces un peón en el juego de los poderosos. Le arrebataron lo mejor de sí, su dignidad y sus hijos. Pero en su resistencia silenciosa, esta heroína se reservó lo único que le quedaba. Primeramente, como concubina, celada por el heredero del rey, provocó sin proponérselo un movimiento en el tablero político que cambió la historia de Israel. Luego padeció los efectos colaterales de la negociación de David con los gabaonitas. Pero detrás de la escena de los hombres, Dios guardaba silencio y movía sus piezas.

Dios reconoció la acción de Rizpa. La narración del episodio concluye con un final feliz: “Y Dios fue propicio a la tierra después de esto" (2 Samuel 21:14). —FB

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