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LEA
En la historia del mundo y en tantas culturas patriarcales, la mujer ha tenido poco que decir acerca de quién ha de ser su esposo ni cuándo lo será. Todavía en este siglo de tantos adelantos en todos los aspectos, hay niñas de nueve años obligadas, a menudo por su propio padre, a casarse con hombres cinco y seis veces mayores que ellas. Si se niegan, puede costarles la vida a estas niñas.
Lea y su hermana Raquel crecieron en una cultura donde el padre de la familia tenía la última palabra en asuntos matrimoniales. Es probable que cuando Labán le dijo a Lea que la iba a casar con Jacob, Lea haya tenido serias dudas, pero tampoco estaba en condiciones de contrariar a su padre. Pero Lea tenía otro problema, tal vez mayor. El hombre con el que se la iba a casar jamaba a otra! Y todos lo sabían. ¿En qué situación quedaría Lea cuando Jacob lo supiera? Claro que comprendería que no era culpa de ella, pero ¿cómo podría llegar a amarla, si amaba tanto a Raquel?
Al día siguiente de la noche de bodas, Jacob llegó enfurecido ante su suegro para reclamarle por el engaño del que había sido objeto. El muy astuto Labán se excusó con una media verdad: “En nuestra cultura hay que casar a la mayor primero". Lo que no le dice a Jacob es que en su cultura también el padre podía, con toda legalidad, casar a la más joven primero. Cuando Labán le propuso a Jacob darle a Raquel a cambio de trabajar para él otros siete años, a Lea seguramente le cambió el rostro. ¿Solo una semana con su marido y luego tener que compartirlo con su hermana, la verdadera amada de su esposo? ¿Y los desprecios de los demás al verla en semejante situación? Lea sufría en el tiempo en que debía gozar. Su padre la había humillado al darla a un hombre que no la quería, y su esposo cumplía su deber con ella y nada más, porque su corazón se inclinaba hacia Raquel.
Raquel no quedó menos herida, ya que debía compartir con su hermana mayor al hombre que amaba. -LMG