|
LEA
Dios no tolera las injusticias inherentes en las culturas, inventadas por seres humanos pecaminosos. Se propuso hacerle justicia a Lea: “El Señor vio que Lea era menospreciada, y abrió su matriz. Pero Raquel era estéril” (Génesis 29:31, RV00). Lea empezó a concebir y dar a luz, solo varones. Con cada uno, se le levantaba un poco más no solo el ánimo, sino que se iba envaneciendo. De tal manera que Raquel empezó a desesperarse porque no tenía ni un solo hijo.
Con el nacimiento de cada varón, Lea alababa a Dios, pero lo hacía de tal modo que su hermana estéril sufriera por ello. ¡Cuán fácil nos resulta a veces utilizar nuestras alabanzas al Señor para echarle en cara sus defectos a un ser querido!
La envidia entre las dos hermanas llegó a su punto culminante cuando Raquel le pidió unas mandrágoras a Lea, y esta le contestó: "¿Es poco que hayas tomado a mi esposo, que quieres también las mandrágoras de mi hijo?” (Génesis 30:15, RV00). A pesar de las bendiciones y las misericordias de Dios para con ella al darle tantos hijos varones, que entonces era un gran honor para una madre, ya que se esperaba que el Mesías vendría como varón, Lea guardaba resentimientos contra su hermana, y transmitió esa actitud a sus hijos, todos ellos hombres envidiosos y vengativos.
El hecho de ser la víctima de muchas injusticias no justificaba la envidia ni la venganza de Lea. Sabiendo que su hermana era estéril y que, según se creía entonces, las mandrágoras eran un remedio para la esterilidad, Lea no actuó bien al negárselas bajo las condiciones humillantes que le propuso (vers. 15, 16). De igual manera, cuando en el hogar cristiano se oyen críticas a familiares o hermanos de la iglesia, los hijos oyen y toman decisiones erróneas acerca de estas personas. La envidia genera envidia, pero el amor y el perdón generan vida. Años después se verían los efectos de la actitud de Lea en el trato de sus hijos hacia José, el hijo de Raquel. Aun así, Dios bendijo a las dos hermanas manipuladas. -—LMG