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La mejor decisión

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Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Lucas 10:40.

MARÍA Y MARTA

No sé cómo es tu rutina cotidiana, pero probablemente suena la alarma muy temprano, saltas de la cama y comienzas una carrera que no terminará hasta que vuelvas a la cama, exhausta, alrededor de las diez de la noche o más tarde. La carrera incluirá la preparación del desayuno para la familia, llevar los hijos a la escuela, hacer las compras, cocinar para el almuerzo, poner la ropa a lavar, sacar a tu mascota a dar su paseo (probablemente varias veces al día), recoger a los hijos de la escuela, llevarlos al club, revisar el correo, preparar una merienda, hacer los deberes con tus niños, recibir a tu esposo e intentar tener una corta charla acerca de cómo le fue en su trabajo; cenar, planchar, poner los trastos en el lavavajillas, darte una ducha, regar las plantas, sacar al perro a su último paseo después de que comió y antes de dormir y, por fin, ir a la cama a descansar.

Con mayores o menores modificaciones, la gran mayoría de las personas, sobre todo las mujeres, se ven inmersas en un espiral de quehaceres que parece succionarlas hacia el centro de una tormenta, una tormenta que no acaba jamás. Debes admitir que ni en la cama descansas, pues te pones a pensar en las cosas que hubieras querido hacer, y como no tuviste tiempo, las incluirás en la apretada agenda del día siguiente.

Jesús visitaba la ciudad de Betania y fue a casa de Lázaro, su amigo. Allí estaban María y Marta, hermanas de Lázaro, quienes ante el excelentísimo Huésped adoptaron actitudes distintas. María se sentó junto al Maestro y prestó atención a cada palabra que él decía. Marta nos representó muy bien a ti y a mí, en el “corre y corre”, queriendo tener todo limpio y listo para agasajarlo con la mejor comida, el mejor ambiente.

No está mal ser como María ni como la tan criticada Marta. El problema es que Marta se olvidó de que para poder agasajar mejor a su Huésped, lo primero y lo mejor es sentarse a sus pies, pasar tiempo con él.

“Sean la diligencia, la presteza y la energía santificadas por la gracia de Cristo; y entonces la vida será un irresistible poder para el bien" -DTG, 483.

¿Entendiste el mensaje? Para correr sabiamente, primero sentémonos a solas con Jesús. -AR

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