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El sacrificio del mosquito

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En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. 1 Juan 3:16, RV60.

¿Alguna vez estuviste en un campamento de verano? A mí me encantan. En mi Asociación, todos los veranos vamos a Camp Au Sable. Probablemente es mi semana preferida de todo el año. Cada año los líderes reclutan un equipo de trabajadores para el verano. Los cocineros preparan comida deliciosa para todos, tres veces al día. Hay cultos de adoración divertidos y encuentros espirituales que te marcan para siempre. Eso sin mencionar las interminables actividades diseñadas para mantenernos ocupados y activos todo el día, como montar a caballo, hacer esquí acuático en el lago, construir cohetes a escala, deslizarse en tirolesas, hacer carreras de karts, pescar, y mucho más. Los amigos que haces en el campamento son el tipo de amigos que duran toda la vida.

La última vez que fuimos, hacia el final de la semana se organizó un viaje en canoa. Decidí tomar una canoa junto con mis dos hijos, para una expedición que duraría un par de horas. Primero cruzamos el lago y entramos en un riacho que desemboca en un río. Tras salir del lago, cuando íbamos atravesando el riachuelo, repentinamente nos vimos atacados por mosquitos. No era un mosquito o dos... ¡era una horrible nube de mosquitos! Tuvimos que hacer una combinación de remar y agitar los brazos al mismo tiempo para mantenerlos alejados. Por alguna razón, mi hijo mayor era el blanco predilecto de aquellos mosquitos; ¡quizá su sangre sea más dulce! Él batallaba por no desesperarse, pues zumbaban alrededor de su cabeza y él es muy sensible a las picaduras de mosquitos. No había nada que pudiéramos hacer para alejarnos de aquellos mosquitos; todo lo que podíamos hacer era tratar de sobrevivir y remar rápido. Se me ocurrió una sola cosa para ayudar a mi hijo; me quité la camiseta y la gorra y se las di. Él se puso la gorra y se cubrió las piernas con la camiseta. Te podrás imaginar la cantidad de picaduras que recibí yo, pero le di mi camiseta y mi gorra a mi hijo con mucho gusto, para protegerlo.

El amor es así. Dios demostró un amor asombroso cuando permitió que su Hijo Jesús se sacrificara para salvarnos. Hoy te invito a que decidas amar a Dios como respuesta a lo mucho que él te ama a ti.

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