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Hace algunos años me invitaron a ir a Colombia para ser el orador principal de varios congresos de la iglesia. Como tenía que viajar desde los Estados Unidos, querían planificar el fin de semana de tal forma que yo pudiera hablar en varios lugares diferentes. Eso me parecía lógico. No estaba seguro de cuándo tendría la oportunidad de volver a Colombia, así que les dije que avanzaran con los arreglos tal como ellos pensaran que fuera más conveniente. Lo que sucedió durante los siguientes días fue impresionante.
Tomé un avión de Chicago a Houston, luego de Houston a Bogotá, y de Bogotá a Medellín. Salí de la terminal y me encontré con la que sería mi anfitriona durante el fin de semana. Ella me llevó directamente al colegio en Medellín, donde tendría una presentación esa misma noche. Preparé todo, y muy pronto unos quinientos niños llenaron el auditorio.
Me divertí mucho en el evento, pero cuando terminó, rápidamente junté todo y me fui a dormir. Temprano a la mañana siguiente me despertaron y me llevaron al aeropuerto, donde tomé un vuelo hasta la ciudad de Barranquilla. Luego de mi presentación allí, me fui directamente al aeropuerto y volé a Bogotá, desde donde tomé otro vuelo a Cúcuta, a la mañana siguiente. Realicé mi presentación allí en la mañana, recogí todas mis cosas y me dirigí directamente al aeropuerto, donde volé nuevamente a Bogotá, y de allí a Bucaramanga. Realicé mi presentación esa tardecita por cuarta y última vez. A la mañana siguiente, volé a Bogotá, luego a Houston, y finalmente a Chicago.
¿Qué te parece? ¡Once vuelos en tres días! Volé muchísimo. Pero el vuelo que realmente ansío experimentar será en la segunda venida de Jesús. La Biblia dice que todos volaremos para encontrarnos con Jesús en el aire. ¡Eso será maravilloso! ¡Cuánto anhelo que llegue ese día! ¿Y tú?