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Iba yo manejando de España a Francia, porque el receso estaba terminando y pronto volverían a comenzar las clases. Pero había oído grandes cosas de una ciudad francesa de los Pirineos llamada Lourdes, y no quería volver a la universidad sin pasar antes por allí. Además de ser un hermoso lugar con un castillo espectacular, este es uno de los sitios preferidos del mundo del “turismo religioso". No tardé mucho en descubrir que muchos creen que Lourdes es un lugar donde ocurren milagros. Debido a esto, millones de personas realizan cada año una peregrinación a Lourdes, que es uno de los lugares más visitados de Francia.
Cuando llegamos, había muchos peregrinos, es decir, muchos viajeros que iban al lugar por considerarlo sagrado. Ese día había cientos de personas enfermas de los hospitales locales reunidas en una plaza enorme. La mayoría de ellas yacía en camas o estaba sentada en sillas de ruedas.
No sé si ocurrió algún milagro allí ese día, pero quiero decirte que los milagros sí existen. Un milagro es algo que sucede que no puede ser explicado por la naturaleza o la ciencia. En 1980 fui testigo presencial de un milagro cuando estaba en Dallas, Estados Unidos, con mis padres con motivo de las asambleas de la Asociación General. El sábado de tarde, en el auditorio principal, se realizó una representación sobre la segunda venida de Jesús. En la representación, algunos actores que simulaban estar enfermos y en sillas de ruedas eran sanados antes de ascender al cielo. De repente, una mujer que observaba desde los primeros asientos y que realmente estaba en una silla de ruedas, fue sanada: ¡se puso de pie y caminó hasta la plataforma! El programa se detuvo, y ella contó su historia. Fue algo asombroso. Sé que ese fue un milagro porque mis padres conocían a esa mujer desde hacia muchos años. Ser testigo de ese milagro aumentó mi fe.
La fe es muy importante para Dios. Tener fe es nuestra manera de demostrar confianza en lo que no podemos ver. Así como dice el versículo de hoy, sal y anda por fe, no por vista.