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Hay algo divertido en las tradiciones. Cuando era niño, nuestra familia tenía varias tradiciones, y cuando crecí y formé mi propia familia, comenzamos nuestras propias tradiciones. Por ejemplo, cada verano reuníamos a un grupo grande de la iglesia e íbamos a un parque acuático. Era una tradición anual automática. Llevo más de veinte años casado, y cada año hemos organizado una fiesta a la que llamamos “la superfinal” y que, por supuesto, es una reunión para ver todos juntos la gran final de la temporada de fútbol americano.
Cada año vamos a la feria local en agosto para ver los animales de granja y las nuevas casas rodantes a la venta, visitar las diferentes atracciones y comer churros. Cada invierno cuando cae la primera nevada, salimos al patio y hacemos un muñeco de nieve que se llama Señor Nevado. Cada Navidad salimos a cantar villancicos. Cada Día de la Independencia organizamos una gran celebración. Algunas tradiciones continuaron durante años, mientras que otras fueron desapareciendo con el tiempo. Pero hay algo que todas las tradiciones que mencioné tienen en común: requieren más de una persona. Dios nos creó como seres sociables, y relacionarnos con otras personas forma parte de su plan. Pero nuestra cultura está cambiando. Las redes sociales, que supuestamente deberían acercarnos, en realidad nos están aislando.
Quiero animarte hoy a decidir relacionarte con las personas que están cerca de ti. Construye amistades y vínculos pasando tiempo con otros. Sobre todo, busca a quienes están solos o no tienen muchos amigos. Dios puede haberlos puesto en tu vida porque no tienen a nadie más con quien relacionarse. Las redes sociales son geniales, pero no permitas que tomen el lugar de una conexión real con personas reales en lugares reales. Recuerda: Dios es amor, y él quiere que nos amemos unos a otros.