|
Algunos de mis viajes son difíciles, mientras que otros no lo son tanto. Todo depende del lugar al que vaya, con quién vaya y de mi presupuesto. Déjame contarte de un viaje que realicé una vez con algunos amigos, con un presupuesto mísero. Eso quiere decir que no teníamos mucho dinero para el viaje, pero queríamos ver todo lo que pudiéramos.
Estaba estudiando en Francia, y durante el receso de octubre junto con otros cuatro muchachos decidimos alquilar un diminuto Fiat Uno y viajar por Europa del Este todo lo que pudiéramos, por la menor cantidad de dinero posible. Estábamos muy apretados en el automóvil, al punto que tuvimos que desenrollar nuestras bolsas de dormir y ponerlas en el asiento trasero encima de nosotros.
Durante nuestras dos semanas de viaje acampamos cada noche en la orilla de alguna carretera tranquila. Dos de nosotros dormíamos en los asientos delanteros del automóvil, mientras que los otros tres dormían en una carpita para dos personas. Como no podíamos hospedarnos en un hotel cada noche, eso también implicaba que no teníamos el lujo de darnos una ducha cada día. Solo nos bañamos una vez durante esas dos semanas. Mientras estábamos en Budapest, Hungría, descubrimos el baño público de Gellert, que tenía agua de una fuente termal, donde pudimos asearnos por cerca de un dólar. Ese baño nos refresco para poder pasar otra semana sin ducharnos. Vimos muchísimo durante esas dos semanas, pero el viaje fue difícil. Lujos como cepillarnos los dientes, cambiarnos la ropa o comer no ocurrían regularmente; pero ese fue el sacrificio que decidimos hacer para ver tanto como pudiéramos.
Dios nos pide que hagamos sacrificios, pero no para nuestro propio beneficio. En nuestro texto bíblico de hoy vemos que Dios se complace cuando realizamos sacrificios personales para hacer el bien y compartir nuestra fe con otros.