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En Michigan, donde vivo, tenemos la bendición de disfrutar de abundantes productos frescos. A principios de temporada tenemos espárragos y, pronto después, fresas. Nunca se está muy lejos de los campos de maíz y de soya, y tampoco faltan las manzanas, las uvas y los duraznos. A finales de verano vemos grandes camiones llevando miles de sandías al mercado, y en el otoño manejo frente a granjas con calabazas de todos los tamaños. También hay tomates, trigo y todas las verduras que puedes imaginar.
Lo maravilloso de estar rodeado de campo y granjas es que nunca estás muy lejos de alguien que permite a los clientes ir a cosechar los productos por sí mismos. La fruta que más nos ha gustado recoger, a lo largo de los años, son los arándanos. Cuando llegas, el granjero te da una especie de canasta que puedes atar a la cintura. Luego te diriges a los largos pasillos de arbustos de arándanos y comienzas a recoger. Aquí es donde se pone interesante: te animan a disfrutar de comer arándanos mientras los recoges. Cuando terminas de recoger, pesan los arándanos que tienes en la canasta, y pagas por ellos, pero no por los que te has comido. ¡Siempre me pareció interesante que puedes comer todo lo que quieras mientras estás allí! Hubiera creído que también pesarían a nuestros hijos a la salida, pero no fue así. Pudieron comer todo lo que quisieron, y más. En casa continúa la diversión mientras comemos algunos y congelamos otros para consumir en licuados, junto con otras frutas deliciosas.
En la Biblia, Dios habla sobre las cualidades del cristiano, y las llama “el fruto del Espíritu”. La idea es que los cristianos somos como un árbol que da frutos, ya que los buenos árboles dan buenos frutos. Lee el texto bíblico de hoy y procura que esta lista se revele en tu carácter al entrar en contacto con las personas dondequiera que vayas.