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Durante los años en que estudiaba Arquitectura, tuve que lidiar con algunas dificultades. Primero, cada semestre debía tomar un taller, lo que implicaba pasar mucho tiempo en las mesas de dibujo, diseñando edificios. Las mesas de dibujo son escritorios enormes en las que puedes cambiar el ángulo de la superficie, inclinándola hacia arriba. Tomábamos una hoja de papel muy grande y la encintábamos al escritorio, y comenzábamos a dibujar. El edificio de arquitectura tenía varios talleres: cuartos grandes con varias de estas mesas de dibujo, una para cada estudiante. De vez en cuando, nos daban un proyecto grande en el que debíamos trabajar. Mientras que la mayoría de los estudiantes universitarios van a la biblioteca o estudian en sus dormitorios, los estudiantes de Arquitectura teníamos que realizar nuestros proyectos en el taller, porque no teníamos una mesa de dibujo en la habitación del dormitorio. Por eso, la universidad nos permitía quedarnos en el edificio hasta altas horas de la madrugada, trabajando en nuestros proyectos.
De tanto en tanto, a eso de la una de la mañana estábamos tan cansados que tomábamos un receso y hacíamos algo inusual para despertarnos. Una vez jugamos un pseudo-baseball con tubos de cartón y una pelota de papel. En otra ocasión, movimos las mesas de dibujo formando un círculo y anduvimos con nuestras bicicletas por encima de ellas, como si fuera una pista. Aunque no dañamos nada, no me di cuenta hasta después de que no había sido muy buena idea hacer eso, ya que podríamos haber roto algo, o alguien podría haberse lastimado.
A menudo tomamos malas decisiones. A veces ni siquiera nos damos cuenta hasta años más tarde. Nuestros sentimientos y deseos nos llevan a tomar malas decisiones, y las consecuencias pueden ser dolorosas. Cuando estamos cerca de Dios, sus deseos se convierten en nuestros deseos. ¡Pídele a Dios que te ayude con cada decisión que tomes hoy!