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Crecí siendo un “hijo de pastor”. Ser hijo de pastor tiene sus ventajas y sus desventajas. Mientras vivíamos en Nueva Inglaterra, mi padre generalmente era responsable de tres o cuatro iglesias a la vez. Por supuesto, eso significaba que cada sábado del mes asistíamos a una iglesia diferente, y que solo podía ver a mis amigos de la iglesia una vez al mes. Por otra parte, eso también quería decir que tenía varios grupos de amigos por todo el Estado. Mi papá pastoreaba iglesias hispanas, y la gran mayoría de los miembros de las iglesias de mi padre en Massachusetts eran de Puerto Rico. Así que aprendí a degustar la comida puertorriqueña, y aprecio sus tradiciones.
Había una tradición especialmente interesante. En una noche entre Navidad y Año Nuevo, sin previo aviso, un gran grupo de personas iba de puerta en puerta con todo tipo de instrumentos musicales, cantando música navideña tradicional de Puerto Rico hasta que la gente abría la puerta. Las canciones eran animadas, pegadizas y graciosas. El grupo hacía esto por horas, sorprendiendo a sus amigos con música y alegría. Como mi papá era el pastor, le reservaban a nuestro hogar el último lugar de la noche; generalmente llegaban a eso de las 2:00 de la madrugada. Estacionaban en nuestra entrada y se acercaban sigilosamente a la puerta del frente; de repente comenzaban una canción alegre a todo volumen. No teníamos vecinos puertorriqueños, así que cada año el objetivo de mi padre era apurarse a abrir la puerta y hacerlos entrar lo más rápido posible para no molestar a los vecinos. Siempre recuerdo a nuestros amigos puertorriqueños como personas muy alegres. Incluso ante dificultades, eran optimistas y nunca perdían la sonrisa.
Parece que cada vez más estamos rodeados de personas gruñonas, de cara larga. Muchos piensan que el gozo es algo que hay que alcanzar, pero no es así; el gozo es una elección. ¿Elegirás hoy estar gozoso? ¿Quieres saber un secreto? A la gente le encanta estar con personas felices, alegres y sonrientes.