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Hace varios años sabía que tendría un viaje a El Salvador, así que comencé a investigar qué podía ver estando allí. Luego de buscar un poco, descubrí que había una playa muy especial en la costa Pacífica del país, donde las tortugas marinas acuden en ciertos momentos del año para poner sus huevos. También leí que era una playa protegida por el gobierno. Ya en El Salvador, hice arreglos con un conductor y pronto nos dirigíamos desde la capital hacia la costa. Llegamos a la playa misma, y estacionamos el auto en la arena. Podía ver al menos a unos tres kilómetros [dos millas] de distancia en ambas direcciones. No había ni una sola persona a la vista. Nadie. Pensé que eso era un poco extraño. ¿Nos encontrábamos en el lugar equivocado?
Caminamos hacia el agua, y a unos 22 metros [75 pies] de la playa llegamos a una pequeña choza de tres metros [10 pies] cuadrados. Al acercarnos, salió un ancianito encorvado y nos saludó. Estaba allí solo. Resultó que estábamos en la playa correcta. El anciano era quien se encargaba de proteger la playa, y vivía en la pequeña choza durante los meses en que las tortugas ponían sus huevos, y hasta que nacían. Me llevó a donde las tortugas estaban incubándose en la arena. Cientos de tortugas nacían cada día, y yo estaba muy entusiasmado de alentar a algunas mientras corrían hacia el océano. El anciano se tomaba muy a pecho su responsabilidad de proteger los huevos y asegurarse de que las tortuguitas llegaran al océano.
Algún día tendrás un trabajo. Quizás incluso llegues a tener varios trabajos diferentes. Es importante que te tomes tus responsabilidades en serio, y siempre hagas lo mejor posible. No seas perezoso ni trates de evitar hacer tu trabajo. Si leíste el versículo de hoy, has visto que Dios considera muy importante esto.