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Hace poco compré una casa para arreglarla y venderla de vuelta. Detrás de la casa había una zona densamente arbolada y un barranco que llegaba hasta un arroyo de la propiedad. Al costado de la colina había una vieja puerta de madera. Prendí la linterna de mi teléfono y miré hacia adentro. Como a 2,5 [8 pies] hacia adentro había una pared de cemento, pero hacia la izquierda había una pequeña abertura en la pared. Caminé lentamente hacia la abertura y dirigí la linterna hacia adentro. Había otra pequeña habitación con paredes de cemento, pero al final se veía otra puerta más. Caminé hacia allá y abrí la puerta. ¡Estaba en un refugio antiaéreo de la Guerra Fría! El refugio se extendía unos 6 metros [20 pies] dentro de la ladera. Allí había una antigua bomba de agua y un aparato con manivela que pensé que era para traer aire fresco al espacio, que era muy húmedo y mohoso. También había seis catres que colgaban del techo. Durante las décadas de 1950 y 1960, muchas personas en los Estados Unidos construyeron refugios antiaéreos, temiendo que se detonara una bomba nuclear. Los refugios solían estar abastecidos con provisiones, comida y baterías como para sobrevivir durante un tiempo.
Allá por 1950, as poblaciones de diversos países vivían amedrentadas por causa de la Guerra Fría. Esa tensión entre dos bloques políticos distintos significaba que en cualquier momento podría haber una guerra nuclear, un ataque radiactivo u otro tipo de agresión de masas. Hoy, estos asuntos ya no están tan en la mente colectiva, por lo que vivimos más tranquilos. Eso no quiere decir que ya no vivamos con miedo, sino que tememos a cosas diferentes. Satanás considera que una de sus misiones más importantes es sembrar el miedo entre la gente, pero Dios dice que deberíamos entregarle nuestros miedos a él para poder estar en paz.
Nuestro versículo de hoy es uno de los más recurrentes sobre el tema de estar cerca de Dios para no permitir que el miedo nos paralice. Soy muy feliz porque tengo las promesas de Dios para manejar mejor mis temores. ¿A qué cosas temes tú? Reclama hoy la promesa de Dios, ¡y abandona tus temores!