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Hace poco tuve la oportunidad de viajar con mi familia a la isla de Tenerife, una de las islas Canarias, cerca de la costa de África, en el Océano Atlántico. Las islas pertenecen a España. Algunos familiares de mi madre vinieron de allí a principios del siglo XX. Lo que hizo que este viaje fuera especial fue que acompañamos a mis padres ya ancianos.
Desde los Estados Unidos tomamos un avión hasta Madrid, y de allí, otro a Tenerife. Alquilamos un auto y disfrutamos recorriendo la isla. En el centro de Tenerife hay un enorme volcán que se eleva 3.600 metros [12.000 pies] sobre el nivel del mar. Este volcán ha entrado en erupción varias veces en los últimos siglos. Paramos en la costa norteña para disfrutar de playas de arena blanca. Unas horas después, manejamos al sur de la isla e hicimos un descubrimiento asombroso. ¡La arena de esa playa es completamente negra! Nos estacionamos, bajamos y caminamos por la playa para asegurarnos de que no nos estuviéramos engañando. Pero los granos de arena eran tan negros como la noche. La arena negra se formó cuando un gran flujo de lava entró en el océano e hizo contacto con el agua. Como se enfrió con rapidez, ¡la lava fue despedazada en pedacitos del tamaño de granos de arena!
Probablemente experimentes días en los que sientas que has sido despedazado como granitos de arena. La vida en un mundo pecaminoso no es fácil para nadie. Quizás un amigo traicionó tu confianza, o un familiar está pasando por momentos difíciles. Todos pasamos por esos momentos abrumadores, pero Dios ha prometido sanar nuestros corazones rotos cuando acudimos a él. Si hoy tu corazón está quebrantado, pasa tiempo hablando con Dios sobre ello. Él te confortará.