El arnés y el cable

Luego de visitar la cumbre del volcán Osorno, decidimos explorar la base. Manejamos alrededor de la base de la montaña y encontramos un parque de aventuras de tirolesas (ziplines). En aquellos días, no había parques de tirolesas en Norteamérica; solo los había visto en países de América Central y América del Sur. Estaba abierto y nos autorizaron a llevar a los niños con nosotros durante la aventura, aunque solo tenían cuatro y dos años de edad. La mujer que trabajaba allí nos llevó hasta un cuarto lleno de sogas, cables, arneses y otros aparejos. Procedió a ponernos arneses a cada uno, ¡incluyendo un arnés diminuto para mi niño de dos años! Era muy gracioso verlos con sus pequeños arneses y cascos, y ellos parecieron disfrutar de la aventura.

Nuestro guía nos enseñó un par de reglas básicas, luego un camión nos llevó cientos de metros cuesta arriba por una brecha montañosa y dispareja, y nos bajó junto con nuestros guías. Allí había un árbol que tenía un cable largo en un extremo, y a algunos cientos de metros cuesta abajo, el otro extremo del cable estaba atado al siguiente árbol. Ataron nuestros arneses a un cable largo. Permaneceríamos conectados por las siguientes dos horas, mientras bajábamos doce tirolesas distintas, de árbol en árbol, por el costado de ese volcán. Uno de los guías bajó atado a los niños.

Me alegró que nuestro guía nos hubiera enseñado cómo comportarnos en aquella aventura antes de comenzar. Hizo que todo fuera mucho más sencillo. Aunque los guías solo estaban calificados para enseñarnos como tirarnos por tirolesa con seguridad, me alegra que Dios esté presente en todos los demás lugares. Él ha prometido ayudarnos a conocer la manera más segura y mejor para conducirnos por la vida. Eso dice nuestro texto bíblico. ¡Reclama esta promesa hoy! Asegúrate de no salir de casa sin haber recibido instrucción de tipo espiritual cada día. Verás que, teniendo a Dios como guía de tu vida, todas tus experiencias y aventuras serán diferentes; ¡serán mejores!