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En el Estado de Washington se encuentra la Península Olímpica, un gran entrante de tierra de la costa oeste norteamericana que se adentra en el Océano Pacífico. En ella se hallan los únicos bosques lluviosos templados de los Estados Unidos continentales. Las selvas tropicales son calientes y están llenas de criaturas vivientes, y un bosque lluvioso templado también tiene una maravillosa cantidad de criaturas vivientes, pero la temperatura es más fría. Decidí visitar la Península Olímpica, y busqué un sendero que hacía un recorrido circular por el bosque y nos permitía aventurarnos en la profundidad del bosque lluvioso.
En el camino, el ecosistema comenzó a parecerse más y más a una selva. Pronto encontramos el comienzo del sendero, nos estacionamos y empezamos a caminar. En menos de 30 metros [100 pies] ya se sentía como si la selva nos hubiera tragado. No había sonido de automóviles ni de tráfico. Las copas de los árboles sobre nosotros oscurecían el suelo. La vegetación crecía espesa y verde. El suelo del bosque estaba cubierto con enormes alfombras de musgo y helechos gigantes. Musgos de distintos tipos colgaban de las ramas de los árboles y cubrían los troncos de árboles de cientos de años de edad. Estar allí era como estar en otro mundo. Aun el aire se sentía diferente.
Había algo puro y sencillo en ese lugar que me hizo preguntar cómo habrá sido el Jardín del Edén. ¿Era caliente y húmedo como una selva tropical, o fresco y agradable como un bosque templado? De cualquier forma, podemos estar seguros de que el Jardín del Edén era mucho, mucho mejor que cualquier lugar de nuestro planeta en estos días. Es muy lamentable que Adán y Eva hayan desobedecido a Dios. Lo bueno es que algún día Dios va a recrear la Tierra para que sea como al principio. ¡Anhelo que ese día llegue pronto! Mientras tanto, elijamos obedecer a Dios.