Obstáculos

Durante un viaje a Oregón, Estados Unidos, hace poco, decidí buscar un sendero bonito para caminar. Luego de indagar un poco, finalmente encontré el sendero perfecto, en la base del Monte Hood. Conseguí todos los aparejos necesarios y manejé hasta el comienzo del sendero. Pronto estaba caminando felizmente por él. Pero no era una calzada pareja, así que tenía que mantener la vista bien concentrada en el sendero para no tropezar con raíces o piedras.

Después de un ratito, el camino se alineó con un río torrentoso. Había visto un mapa del sendero, y sabía que más adelante cruzaba al otro lado del río. Cuanto más avanzaba, más violento y rápido se volvía el río, y más piedras bloqueaban mi paso. Comencé a preguntarme si cruzar al otro lado del río sería peligroso. Por fin, después de una curva, vi el cruce: un gran tronco cruzaba el río. Era tan grande que el servicio del parque había construido una baranda rústica sobre cada lado del tronco para poder sujetarte mientras cruzabas. Luego el camino se tornó muy empinado, y parecía que estaba caminando en un cañón, con el río pasando a toda velocidad debajo de mí. Finalmente di vuelta en una curva y la vi: ¡una hermosa cascada tronando sobre un precipicio de lava de 45 metros [150 pies] de altura! El camino todavía era difícil; salté grandes peñascos y escalé por el costado de la cascada hasta una concavidad que había detrás de la cortina de agua.

Hubo muchos obstáculos durante mi caminata que podrían haberme hecho tropezar, caerme, desesperarme y abandonar el paseo. La Biblia nos dice a los cristianos algo que debería ser obvio: no debemos tratar de hacer caer a nuestros hermanos y hermanas, juzgándolos en su caminar cristiano. Cuando nos juzgamos rápidamente unos a otros, tendemos a equivocarnos. Dios conoce el corazón, así que dejemos que él juzgue. Nuestro deber es amar, animar y apoyar.