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Cuando algún extranjero se establezca en el país de ustedes, no lo traten mal. Al contrario, trátenlo como si fuera uno de ustedes. Ámenlo como a ustedes mismos, porque también ustedes fueron extranjeros en Egipto. Yo soy el Señor y Dios de Israel. Levítico 19:33, 34, NVI.

Tace un tiempo, mi esposa y yo decidimos planificar una visita a la isla Mackinac en el lago Hurón. Esta isla está exactamente entre las dos penínsulas del Estado de Míchigan, y es un monumento histórico nacional. Cuando llegó el fin de semana de nuestro viaje a la isla Mackinac, cargamos el automóvil y manejamos seis horas al norte, a la ciudad de Mackinaw, en la costa del lago Hurón. Compramos nuestros boletos y abordamos el transbordador. Esta embarcación tenía muchas bicicletas, pero ningún auto. Cuando llegamos, también notamos que no había vehículos motorizados en ninguna parte. Pronto nos enteramos de que se habían prohibido los vehículos motorizados en la isla, ¡hacía ya más de cien años! Los únicos vehículos permitidos eran los de emergencias y servicios y, en el invierno, las quitanieves.

Hay un solo pueblo en la isla, y vimos que todos los viajes se hacían a pie, en bicicleta o en carruaje tirado por caballos. Había un camino de 13 kilómetros que circundaba la isla, la ruta M-185, ¡que es la única autopista estatal de los Estados Unidos que no permite vehículos motorizados! Mientras caminábamos por el pintoresco pueblecito, nos dimos cuenta de otra cosa por la que esta isla es famosa: ¡el dulce de chocolate! Por supuesto, teníamos que probarlo. Otra de las características principales de la isla es el Gran Hotel. Se trata de un enorme hotel histórico de la época victoriana con vistas al lago. Fue construido en 1887 e, incluso en la actualidad, se llena completamente de huéspedes.

En todas partes, las personas eran muy corteses y amigables. Algún día, tal vez algunos desconocidos irán a visitar tu comunidad. La Biblia dice que debemos tratar a los extranjeros con amabilidad. Incluso dice que debemos amarlos como nos amamos a nosotros mismos. Satanás ha trabajado duro para implantar “miedo a los extranjeros" en el corazón humano. En lugar de eso, Dios nos invita a amar al extranjero que viva entre nosotros.

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