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Porque hay enfermedades que son producidas por bacterias, virus, hongos o parásitos y pueden transmitirse a otra persona.
Así le ocurrió a Heidi. Amaneció con los ojos pegados y, aunque se lavó la cara varias veces, sus ojos no se veían bien. Cuando el médico le diagnosticó conjuntivitis, ella tuvo que quedarse en su casa hasta que el médico le dio el alta.
Algo parecido le pasó a un grupo de personas que vivían fuera de Samaria. Todos huían de ellos porque eran leprosos, y esta enfermedad era contagiosa. En ese tiempo, todos los habitantes de la ciudad estaban pasando hambre porque un ejército enemigo rodeaba la ciudad. Pero los leprosos tenían hambre, y se arriesgaron a ir a buscar comida al campamento sirio. Allí encontraron comida y ¡un campamento vacío! Entonces, decidieron compartir la buena noticia con su pueblo.
Cuando alguien tiene algo que no nos gusta, tendemos a alejarnos o a rechazarlos sin ningún motivo. Y generalmente, esas personas no tienen una enfermedad contagiosa. Sin embargo, Dios nos dice con amor: “No hagan ninguna distinción de personas: atiendan tanto a los humildes como a los poderosos, sin tenerle miedo a nadie” (Deuteronomio 1:17).
Desafío:Haz tarjetas con frases de aliento y regálaselas a personas que ves seguido, pero con las que nunca conversaste, quizá un empleado del supermercado, un vecino u otra persona.
Lee más en la Biblia, [2 Reyes 7:3-20].
Empatía