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Oración abnegada

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Entonces Moisés clamó a Jehová, diciendo: Te ruego, oh Dios, que la sanes ahora. Números 12:13.

Un proverbio árabe reza con sabiduría: "Castiga a los que tienen envidia haciéndoles bien". Esto fue lo que hizo Moisés con María.

El capítulo 12 de Números describe la rebelión de María y Aarón, dos dirigentes encumbrados de Israel, contra Moisés. Y, aunque este "era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra" (vers. 3), se enteró de la sedición por medio del propio Dios. Sabemos que se puede engañar a algunos todo el tiempo, y a todos algún tiempo, pero no a todos todo el tiempo. ¡Jamás podremos esconder nuestras verdaderas intenciones ante los ojos del Señor! Así que, Dios llamó a los sediciosos y les preguntó: "¿Por qué, pues, no tuviste temor de hablar contra mi siervo Moisés?" (vers. 8). Al final del capítulo, nos encontramos con un Aarón profundamente arrepentido y a María con lepra en todo su cuerpo. En esas circunstancias, Moisés intercede por ella.

Comentando este texto, Elena de White dice que la envidia fue lo que encendió en los corazones de María y Aarón el fuego de la sedición (ver PP 405).

La envidia es más terrible que el hambre física, porque jamás se sacia. El envidioso es un cadáver que muerde, pero no come. Jamás se sentirá satisfecho, pues la envidia no le da nada, a diferencia de la virtud. Cuando nos fijamos en lo que tienen o hacen los demás, perdemos el sentido de lo que debemos hacer nosotros mismos. La envidia es fatal para el corazón que la anida, y dura más que la dicha del envidiado.

Las quejas de María y Aarón contra Moisés mostraban cuán desdichados se sentían consigo mismos. Su envidia era un signo de inferioridad ante el espíritu superior de un hombre que respondió buscando a Dios e intercediendo por ellos.

Quizá tú hayas sido víctima de la envidia y de su hija, la calumnia. Pero no soples contra el viento. Persevera en el cumplimiento de tu deber y guarda silencio. Dios pone todas las cosas en su lugar en su debido tiempo. "Vence con el bien el mal" (Rom. 12:21).

"Oremos no solo por nosotros mismos sino también por los que nos han hecho daño y continúan perjudicándonos" (3 CBA 1.160).

Oración: Señor, oro por los que me hacen daño.

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