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El libro de los Jueces recibe el nombre del título bajo el cual gobernaron los líderes de las distintas tribus de Israel luego de la muerte de Josué. Moisés había dado instrucciones acerca de quiénes debían gobernar una vez que llegaran a Canaán (ver Deut. 16:18). No se sabe a ciencia cierta quién escribió este libro. Una antigua tradición judía dice que fue el profeta Samuel, pero esto es solo una conjetura. Sabemos que Samuel se oponía a la idea de un rey para Israel (1 Sam. 8:6), y el libro está lleno de declaraciones que insinúan la importancia de un rey para establecer el orden (Juec. 17:6; 18:1; 19:1; 21:25).
Lo cierto es que el libro describe un tiempo de decadencia moral y espiritual del pueblo de Dios. Los hechos descritos van desde la muerte de Josué, el gran líder nacional, hasta poco antes del tiempo de Samuel, en cuyos días surgió la monarquía, y datan de entre los 1400 y 1050 a.C., aproximadamente.
La pregunta "¿quién de nosotros subirá primero?" expresa la incertidumbre de ese pueblo, que ya no tenía quien lo dirigiera. Israel era un amasijo de tribus sin identidad nacional ni fuerza espiritual, sin un dirigente que expresara la voluntad de Dios. Rodeado de enemigos, el pueblo se sentía intimidado, solo. Como oveja sin pastor, sentía el sabor amargo de la apostasía, la decepción y la confusión. En esa situación, clamaron a Dios, y él los escuchó (ver Juec. 1:2).
¡Cuánto podemos identificarnos con el sentir de aquel pueblo! La vida es un viaje fatigoso, lleno de fracasos y decepciones, de tristezas y de lágrimas. A veces parece imposible sobrellevarla. Y nos sentimos decepcionados de todo y de todos, incluso de Dios. Sin embargo, una frustración profunda puede abrirnos a una nueva oportunidad de vida, porque puede aclararnos el panorama, ubicarnos en la realidad de quiénes somos y de quiénes estamos rodeados.
Quizá hoy te sientas triste, confundido, pero puedes convertir este estado de ánimo en un don divino. Un corazón confundido, en sincera oración, está abierto a la posibilidad del cambio. ¡Tu decepción puede ser la gran oportunidad de Dios!
Oración: Señor, gracias porque en la tristeza clamo a ti, y tú me escuchas.