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Seguramente no hay noticia más emocionante para una mujer que desea un hijo que saber que está embarazada. Y seguramente no hay mayor alegría para un hombre que desea ser abuelo que saber que su hija espera un bebé.
Cuando Mariela, mi hija menor, quedó embarazada, marqué ese día en el calendario como uno de los tres días más felices de mi vida; los otros dos son los nacimientos de mis dos hijas. Mientras escribo estas líneas, la nena -¡y a conocemos el género!aún no ha nacido. Pero ya la amamos profundamente.
Con emoción vamos siguiendo cada día su crecimiento en el vientre de Mariela. Con Florencia hemos aprendido mucho de biología en las últimas semanas: ¡la naturaleza es maravillosa!
Con qué ansiedad Manoa, cuyo nombre significa "descanso", esperaba un hijo. La esposa de Manoa padecía una de las más terribles maldiciones que podía padecer una mujer judía: era estéril, como lo habían sido Sara, Rebeca, Raquel y Ana, la madre de Samuel, y como lo sería Elisabet, la madre de Juan el Bautista. ¡Y la culpa la llevaban ellas! La esposa de Manoa (¿no tenía nombre, para el autor bíblico?) recibió la visita del Ángel del Señor, el mismo que se les apareció a Moisés y a Josué, y le dio la buena noticia de que concebiría un niño. Y con la noticia, le dio muy buenas recomendaciones (mujeres embarazadas, por favor lean Juec. 13:7).
Es interesante la preocupación de Manoa que se expresa en nuestra oración.
Nuestros hijos no son solo nuestra descendencia, sino "herencia del Señor".
Si no tienes hijos o sobrinos, sabrás lo que significa la palabra "emoción" cuando los tengas. Si ya los tienes, sabes lo que significa la palabra "preocupación".
¡Qué bendito el interés de Manoa por aprender cómo criar a su niño, para que sea "herencia de Jehová"!
La oración es la mejor respuesta a tu preocupación por tus hijos: "Confiad vuestros hijos al Señor en oración. Obrad por ellos fervorosa e incansablemente.
Dios oirá vuestras oraciones y los atraerá a sí mismo" (HC 485).
Oración: Señor, escucha mi oración por mis hijos.