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¿Quién morará en la presencia de Dios?
Cuando estudiamos la Biblia, los creyentes separamos los conceptos para poder entender un determinado tema. Por ejemplo, cuando estudiamos el plan de salvación, separamos la acción de Dios de la de los seres humanos, con el fin de entender qué hace Dios para salvarnos, y qué hacemos nosotros para que esa salvación sea real en nuestra vida.
Así, solemos separar el Antiguo Testamento del Nuevo Testamento, cuando en realidad son el primero y el segundo testamentos. Hay una unidad entre ellos. Luego hablamos de Ley y de gracia, como si fueran dos universos separados. Pues bien, la Ley y la gracia son expresiones de una unidad mayor: el carácter de Dios. Hablamos de fe y obras, cuando en realidad es la fe que obra, y la obra de la fe. ¡Toda la Escritura es una unidad!
Cuando meditamos en las condiciones para estar en la presencia de Dios, solemos pensar que este es un asunto exclusivo entre Dios y nosotros. Pero ¿qué dice el apóstol Santiago? La religión pura es "visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones" (1:27). ¡La adoración va de la mano de la ética!
En nuestra oración, ¿qué cosa nos pone en la presencia de Dios? ¡La pureza de corazón, manos y lengua!
En su aplicación, viene a la memoria el diálogo entre Dios y Moisés (Exo. 4:1-17). Dios pone en la mano de Moisés una vara para que haga milagros. Luego le pide que hable en su nombre. Pero, como la mano y la lengua actúan según las órdenes de la mente (ver Luc. 6:45), Dios, en realidad, quería antes el corazón de Moisés para hacer milagros. Dios quería todo de Moisés: corazón, mano y lengua.
Y ¿para qué quería Dios todo de Moisés? ¡Para usarlo en su servicio! Estamos en la presencia de Dios no solo con la mente, sino también con la lengua, cuando testificamos de Cristo, y con las manos, cuando confirmamos ese testimonio en el servicio.
Tu mejor oración son las obras de la gracia divina en favor de los que más te necesitan.
Oración: Señor, te doy mi ser entero para servir al mundo.