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Oración de confesión

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Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad [...] y tú perdonaste la maldad de mi pecado. Salmo 32:5.

En la plegaria del Salmo 32, David se confiesa y se arrepiente ante Dios (vers. 1-5), y aconseja a otros que hagan lo mismo (vers. 6-11). Su propósito es mostrar cuánta bendición trae el perdón de los pecados. "Mientras callé, se envejecieron mis huesos [...]. Por esto orará a ti todo santo en el tiempo en que puedas ser hallado" (vers. 3, 6).

El pecado nos seca los huesos, pero hay sanidad, y un tiempo para buscarla: "Si ustedes oyen hoy su voz, no endurezcan el corazón" (Heb. 3:15, NVI). Hoy es el tiempo de encontrarnos con Dios. No dilatemos ese encuentro.

El poema de David registra la confesión y el perdón recibidos luego de haber cometido el doble pecado de adulterio y homicidio (ver 2 Sam. 11). Las arenas del tiempo no han podido sepultar su mensaje esperanzados las palabras de este poema han recorrido la historia como agua de manantial. ¡Son corrientes de vida! Se dice que San Agustín hizo escribir este salmo en la pared de su habitación para contemplarlo en su lecho de enfermo (3 CBA 714). La necesidad humana de perdón y paz no cesa nunca.

"Dios quiso que la historia de la caída de David sirviera como una advertencia de que aun aquellos a quienes él ha bendecido y favorecido grandemente no han de sentirse seguros ni tampoco descuidar el velar y orar. [...] De generación en generación, miles han sido así inducidos a darse cuenta de su propio peligro frente al poder tentador del enemigo común. La caída de David, hombre que fue grandemente honrado por el Señor, despertó en ellos la desconfianza de sí mismos. Comprendieron que solo Dios podía guardarlos por su poder mediante la fe" (PP 783,784).

¡Bendita Escritura, que desnuda la verdad de los grandes hombres y mujeres de Dios, con sus grandezas y sus bajezas! ¡Consoladora Palabra divina que nos dice que nada nos separa del amor de Jesús! ¡Que él no nos da lo que merecemos, sino lo que necesitamos para levantarnos!

Hoy, Dios te está buscando tan ciertamente como lo hizo con David. Ve a su encuentro.

Oración: Señor, voy a tus brazos.

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