|
¿Aún guardas esperanza en tu corazón?
Ya hombre, y como fugitivo que tenía que buscar refugio en las rocas y las cuevas del desierto, David escribió nuestro texto de hoy (ver Ed 164).
La crisis vital que atravesaba David cuando huía de su propio hijo Absalón se expresaba en un angustioso vaivén entre la desesperación y la esperanza. Toda su travesía en el desierto era un equilibrio frágil y precario, como péndulo que colgaba de la nada. Pero su intensa fe religiosa y la convicción arraigada de una esperanza trascendente lo llevaban a esperar en Dios contra toda esperanza.
Tú y yo no somos "seres para la muerte", como postula la filosofía existencial, sino para la vida; y aunque en ocasiones la vida se vuelva hostil y todo parezca adverso e inexplicable, la esperanza en Dios permanece. ¡Porque Dios respira en nuestro corazón mortal! Dice David: "De día el Señor me envía su amor, y de noche no cesa mi canto ni mi oración al Dios de mi vida" (Sal. 42:8, DHH).
En el sufrimiento de David hay momentos cuando su corazón parece abandonar toda esperanza: "¿Por qué me has desechado?" (Sal. 43:2); sin embargo, aun en su agonía continúa esperando en Dios: "Tú eres el Dios de mi fortaleza [...]. Alma mía [...] espera en Dios" (Sal. 43:2, 5).
El Salmo 56:8 expresa vividamente cuán cerca está Dios de nosotros en los momentos de dolor. Dice: "[...] tú recoges cada una de mis lágrimas" (DHH). David sabía que junto a él caminaba Alguien que recogía sus lágrimas de dolor en un frasquito. ¡Hay un Caminante a nuestro lado en el sendero de la vida!
Yo no sé qué dolor abate tu corazón, no sé cuán hondo es el pozo en el que te encuentras, cuán oscuro es el túnel que transitas o cuán altos son los muros de tus adversidades. Pero Dios sí te conoce. Dile en oración: "Tú eres mi protector, mi lugar de refugio, mi libertador, mi Dios, la roca que me protege, mi escudo, el poder que me salva, mi más alto escondite" (Salmo 18:2, DHH).
Oración: Señor, espero en ti en todo momento.