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Cuando se guarda la Palabra, jamás se oculta. Cuando se oculta, no se guarda. Este fue el caso de Pedro antes y después de que cantara el gallo (Mar. 14:30).
Este texto encierra el secreto de la una vida espiritual en crecimiento constante. Conocer "los dichos" del Señor no basta para vivir un cristianismo auténtico. Debemos atesorarlos en el corazón, para manifestarlos exteriormente en nuestra vida (ver Job 23:12; Prov. 2:1, 9).
¿Cómo se da este proceso de "guardar" la Palabra en el corazón?
Hay dos formas de esconder la Palabra de Dios. Una es esencial para el desarrollo de la vida espiritual, la otra es incompatible con el corazón del creyente. El cristiano superficial no tiene tesoros escondidos en la profundidad de su alma y de su religión. El espesor de su religión no es más grueso que una suela de zapato. Por eso duda, tiene miedo o vergüenza, o es perezoso para sacarle el máximo poder a la fe que recibió (Sant. 1:8).
Podemos esconder la Palabra por negligencia, o por estar afanados en las muchas cosas de la vida, como Marta (Luc. 10:38-42). Algunos enterramos nuestra fe como el perro que entierra su hueso tan profundamente que en tiempos de necesidad no lo encuentra.
"Guardar" la Palabra significa buscar diariamente a Dios, con perseverancia, con pasión y necesidad, con sed y con hambre; y aun sin pasión, ni sed ni hambre. Se guarda la Palabra simplemente por disciplina, porque "el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil" (Mat. 26:41). Guardar la Palabra significa leer diariamente la Escritura, el milenario testimonio de creyentes que nos llega del pasado en forma escrita. Guardar la Palabra significa percatarse de la fidelidad de Dios manifestada en la naturaleza. Finalmente, guardar la Palabra es recibir y atesorar a Cristo, la Palabra encarnada, en el corazón (Juan 1:1, 14), y testificar de él para que otros la guarden.
No abandonemos la fe como la mujer descuidada que deja el perfume abierto. Con el tiempo, la fe se evapora, y el frasco de la vida exhala el ácido aroma de la vejez.
En tu corazón has guardado sus promesas, para no pecar contra Dios.
Oración: Señor, ayúdame a guardar tu Palabra en mi corazón.