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El salmista estaba rodeado de enemigos de la Ley de Dios. Pero, en lugar de temblar como si el sol estuviera a punto de expirar, se volvió a Dios y en comunión con él visualizó, en medio del antagonismo, el poder de la Palabra. Esa confianza se expresa en la invocación sublime de nuestro texto.
El amor del salmista por la Ley de Dios intensifica su repudio por los que la rechazan. A su vez, ese repudio lo vuelca a desear más intensamente el poder que emana de la Ley divina: "Por eso he amado tus mandamientos más que el oro, y más que oro muy puro" (Sal. 119:127).
David había confiado en Dios. Sabía en quién creía. Sabía, no porque se lo habían contado sino por experiencia personal, que Dios es fiel. Había restablecido la comunión con el Señor, y el rostro divino resplandecía sobre él. Caminaba con Dios y delante de Dios. Pero ahora, rodeado de los enemigos de Dios, la Ley divina tenía un significado especial: era la fuente de su verdadera confianza. La adversidad hace más ferviente el amor a la Palabra.
Las Escrituras que hemos recibido desde hace milenios han demostrado ser su propio testigo. La luz que emana de la Biblia es su propia prueba de verdad. Nosotros tenemos la experiencia de Cristo y de su Ley. El ha cambiado nuestra vida. Sabemos en quién hemos creído, y no somos ni irracionales ni obstinados cuando confesamos que no vamos a suspender estas convicciones ante el ataque enemigo. Toda la oposición contra la Palabra de Dios se evapora ante este testimonio: "Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón" (Jer. 15:16).
La confianza de que Dios puede intervenir en la adversidad en favor de su causa le da energía a la oración para que Dios actúe. Puede que pensemos: No tenemos que orar, porque Dios quiere ayudarnos de todos modos. Pero el razonamiento correcto es: Dios quiere ayudarnos; por eso, oremos. Aunque intervenga para cambiar la situación o no, Dios siempre nos fortalece en medio de ella.
Tu oración es un servicio que puedes prestar al evangelio en tiempos de angustia. ¡Dichosa oración que confía en el poder de la Palabra!
Oración: Gracias por la luz de la oración.