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Jeremías, que escribió el libro profético más largo de la Biblia, con más palabras que ningún otro (33.002 palabras en el lenguaje original), disfrutó al ser portavoz de Dios: "Cuando me hablabas, yo devoraba tus palabras" (Jer. 15:16, DHH). La Palabra de Dios es consuelo para el alma devastada, salud para la mente enferma, fortaleza para el corazón fatigado.
Cuando mi padre abandonó el hogar, mi madre conoció a Cristo, y leía la Biblia con urgencia, como queriendo recuperar un tiempo perdido. Era muy grande el Dios que encontraba en las palabras del Libro. En las noches de nuestra soledad, solía leerme algunas porciones de la Biblia antes de ir a la cama. Me leía breves historias y algún salmo de esperanza. Mi madre amaba los Salmos.
Desde niño me atrajo la autenticidad y la esperanza que brotan de la Palabra de Dios. Ella siempre es verdadera, y sus personajes son de carne y hueso. Auténticos. Contradictorios. Reales. Como la vida. En esa transparencia del Libro de Dios reside su valor incuestionable. De su fidelidad a la verdad nace nuestra única certidumbre para esta vida. Pero además, ¡"tus palabras", Señor, trajeron esperanza a mi corazón de niño! "El que te formó dice: 'No tengas miedo [...]. Te he llamado por tu nombre; eres mío'" (Isa. 43:1, NTV). Siempre sentí que Alguien velaba por mí. Alguien velaba mis pasos. Sabía que no caminaría solo en este mundo. En la ausencia de mi padre, la Palabra de Dios me acercaba al Padre celestial (ver Isa. 49:1).
La carga de la vida se aligera cuando valoramos la belleza de la Palabra de Dios. La Biblia no es un libro común y corriente. Es más fácil y mucho menos doloroso criticarla que permitir que nos critique a nosotros; pero, si nos abrimos a ella, nos revela la voluntad del Ser viviente que tiene un poder único para conquistar todo lo que se opone.
¡Cuánta fuerza para vivir te da Dios mediante la Palabra y la oración! La Palabra de Dios es un carbón encendido que espera tu soplo para darte luz y calor. Es una preciosa ventana en este mundo por la que podrás ver la eternidad.
Oración: Señor, tu Palabra es mi delicia.