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El texto de Jeremías 17:13 dice que los nombres de los que se apartan de Dios serán escritos "en el polvo". Pero en el versículo 1 de este mismo capítulo leemos que el pecado del pueblo de Dios está escrito "con cincel de hierro y con punta de diamante; esculpido está en la tabla de su corazón, y en los cuernos de sus altares". Mientras que los nombres están escritos sobre el polvo, una inscripción que dura poco tiempo, los pecados están escritos "con cincel de hierro" sobre una superficie que dura mucho tiempo.
Según Jeremías 17:1, el pecado de Judá está escrito con "cincel de hierro", que deja una marca profunda, una cicatriz indeleble, en dos lugares: en primer lugar, en los corazones; y en segundo lugar, en los cuernos del altar, con un diamante que puede cortar la roca (los antiguos ya conocían las propiedades del diamante); es decir, en todo el sistema religioso ritual. (Nuestra religión puede manifestar nuestro pecado.) La sangre colocada sobre los cuernos de los altares mancha el altar y no puede ser borrada por sacrificios hechos por los humanos. Esta es la razón por la que Dios se "harta de tantos sacrificios" (ver Isa. 1:11). El hombre no puede borrar sus pecados.
Todo lo que hacemos deja huellas indelebles en nuestro carácter. Y en la medida que nuestro pecado permanece, nuestro nombre se escribe en la tierra.
¡Pero hay esperanza! Hay dos pasajes del Nuevo Testamento que usan la misma metáfora de Jeremías: "Sois carta de Cristo [...] escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo [...] en tablas de carne del corazón (2 Cor. 3:3). El pecado se inscribe en el corazón, pero también allí se inscribe la Ley de Dios (Heb. 8:10). El otro texto del Nuevo Testamento está en Colosenses 2:14: "Anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria [...] y clavándola en la cruz".
Señor, ¡gracias porque borras el pecado escrito en mi carácter, e inscribes mi nombre en el cielo!
En Cristo, ¡tu debilidad es tu fortaleza!
Oración: Señor, no quiero apartarme de ti.